Un país exitoso es uno que vive en armonía. Que opera bajo un ritmo que conjuga el crecimiento interno en una actividad económica sólida con justicia y bienestar social. Que basa su desarrollo mundial con creatividad e innovación en su oferta de valor.

 

Todo ello casi con un rigor musical… Con ritmo… Con armonía… Como si ese país se guiara por nota… por partitura.

 

Y si México fuera una banda de rockn’roll, ¿a qué sonaría?

 

Yo digo que hoy suena a un trash metal neo-sicodélico con motivos funky, guiado por un concepto discursivo basado en la muerte, la persecución del “mal”, en el olor a pólvora… en la “nota roja” que ha caracterizado a la política de comunicación social de la presente administración.

 

Pero yo veo en México un escenario de gente dispuesta a escuchar un discurso estético propositivo, alternativo y con despliegue de sonidos experimentales…

 

Dispuesto a diseccionar con el escalpelo del oído la propuesta de líderes empeñados en hacer de la política un arte con “sonidos y silencios” innovadores, modernos… propositivos.

 

La nueva administración tiene una gran oportunidad de hacer suyo el escenario. Qué tal si el nuevo Poder Ejecutivo se propone ejecutar desde la Presidencia un groove poderoso, con un bajo lleno de punch marcando un sereno 4/4 a modo de Blues… Y Gobernación asesta a complementar la mancuerna rítmica con una estructura percutiva blussy pero con elementos de Folk Indie?

 

Interesante ritmo, ¿no? Y que tal si a ese groove la autoridad procuradora y administradora de justicia le suma con una guitarra eléctrica amplificada con la contundencia y virtuosismo instrumental propios del Rock Progresivo. Mientras que el Congreso se arriesga a proponer sonidos experimentales desde los sintetizadores para crear atmósferas de ensueño al igual que el dream pop.

 

En este escenario estético, la sociedad tomaría la voz para cantar con toda la autoridad y aplomo necesarios para encantar a la audiencia. Con tonos campeando, según sea el contexto del país, desde la voz fuerte hasta los falsetes más altos para poner el dedo en la llaga con mensajes enfatizados con todo rigor crítico y demandante.

 

Y en comparsa con la sociedad, los medios enfatizando con coros la voz principal, la del pueblo. Subrayando los señalamientos, las acusaciones, los abusos a los amantes de la ilegalidad… para hacer del discurso musical de México un rockn’roll ecléctico que inspire al mercado interno a trabajar bailando, a vivir en un ambiente rítmico y, a la vez, atraiga nuevamente la atención del mundo por nuestra armonía como país.

 

Y qué tal si en nuestro México de partitura la iniciativa privada se decidiera a tomar el liderazgo con una guitarra acústica suave y eficiente en la improvisación de recursos creativos, a la usanza del jazz, para lucrar legalmente en el mercado para generar más empleos justos, siempre cuidando y valorando a su más preciado recurso empresarial: su mente de obra (nunca más mano de obra).

 

Quizá todo esto sea muy romántico y pueril. Pero el rockn’roll ha sido uno de los portavoces más influyentes en diversas manifestaciones sociales a lo largo de la historia contemporánea. Los músicos han sido en diversas épocas políticos muy exitosos en la práctica, más, incluso, que los políticos con carteras legislativas o gubernamentales.

 

Tanto, que han sido atacados, descalificados y hasta eliminados por su influencia ideológica en la juventud. Han sido líderes enarboladores de causas sociales para generaciones enteras.

 

Por ello, sólo por el gusto de dejar salir al rocanrolero que mora en mí, dejo constancia de mi deseo que mi generación, esa que a partir del 1 de diciembre próximo estará representada en Los Pinos al frente de México, suene a un rockn’roll innovador… revolucionario… portavoz del ideal de mi generación… que devuelva a México a los Charts mundiales… que lo suba al Hit Parade de los países notables.

 

jc@r101ck.mx |@jcmrock101