El tiempo, más allá de su condición de magnitud que sirve como medida, es un concepto complejo, del que la mayoría de las ocasiones se huye para evitar sobrepensar lo que creemos innecesario o para no someterse a las enrevesadas conclusiones, no importa cuán equivocadas sean estas. A propósito del tiempo y sus caminos, Zenia Yébenes confiesa que hubo dos detonantes que, en conjunto con sus intereses, hicieron que este nuevo libro suyo fuera lo que es: la ocasión que su madre le preguntó qué pasaba con todos aquellos que morían y, aunado a sus inquietudes, un poema medieval de Jorge Manrique al que da respuesta, muchos años más tarde, José Emilio Pacheco.
Hablar del tiempo, dice la autora como respuesta a la pregunta sobre el título de su nuevo libro, Hechos de tiempo (Herder), “tiene siempre una carga filosófica que la gente suele asociar con la densidad, y sin embargo siempre estamos hablando de cuestiones que tienen que ver con el tiempo”.
Tomando como referencias las despedidas o esos momentos en que miramos de nuevo esas fotos de infancia, la investigadora apunta: “estamos hechos de tiempo”. A la vez que asiento silencioso para no interrumpir el hilo de la conversación, ella continúa con la reflexión: “todo lo que existe está constituido por tiempo (…), y no sólo por un único tiempo –que es lo que a mí, dice, me interesaba mostrar–. sino que el tiempo admite muchos ritmos distintos y admite una pluralidad”, es decir, “no hay que concebirlo sólo en esta manera lineal y única”.
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Debido a ese espacio de posibilidades que ella plantea en su libro es que propone “pensarnos desde ahí”, y a partir de ello (re)pensar nuestras relaciones “con el mundo, con los otros, con los muertos, con todas aquellas cosas que van dejando huellas y señales en nuestras vidas”. Como un pequeño paréntesis, comenta que aunque su libro está dividido, digamos de manera formal, en tres partes, aclara que no deben leerse individualmente: “la idea es que cada parte fuera una ventana para mirar la otra parte”.
Abundando en la complejidad y la reflexión intrínsecas que trae consigo la Filosofía como disciplina, que además es fundamental en la formación de la autora, en relación a la pregunta planteada sobre cómo afectaría (positiva o negativamente) nuestra relación con el mundo esta manera de comprender el tiempo, es decir, a partir de la idea planteada en su título, la doctora cuenta que reflexiona sobre ciertos discursos, por ejemplo, “lo que se conoce como el Antropoceno, que es esta idea de que hemos alterado… que la fuerza humana ha alterado profundamente el ecosistema y todo lo que nos rodea”. “En tanto que sustentabilidad de la vida”, aclara
“Yo discuto cómo estas versiones que tienen que ver o con una apocalipsis total o con un optimismo tecnológico que nos va a sacar del apuro”, apunta, “porque pienso que todas ellas (las visiones) están descansando en el fondo en una visión lineal de tiempo, donde el origen y el final parecen ser una línea y parecer que vamos directos y encaminados hacia ahí”, pero el tiempo “es algo muchísimo más complejo (…), al ser plural no sólo nuestro tiempo vital no es homogéneo, sino que admite distintos ritmos y distintas intensidades, sino que además no estamos contando con el tiempo de todo lo que nos rodea: el tiempo de las fuerzas geológicas, el tiempo de las fuerzas biológicas que no necesariamente siguen nuestro mismo reloj ni calendario”. Por tanto, cree “que considerar el tiempo desde esta perspectiva plural y múltiple, implicaría que nuestra visión con respecto al colapso y las catástrofes ecológicas también cambiaría”, es decir, “no serían ni las absolutamente apocalípticas ni serían las negadoras ni las optimistas”. Sería una apuesta por complejizar las visiones, por tanto, “con mucha mayor capacidad de responder, es decir, de ser responsables”.
“Propongo cómo nuestras prácticas y discursos en torno a la preocupación por la catástrofe climática y todas estas cosas, si no admiten una reflexión sobre el tiempo distinta, realmente no estamos moviendo demasiado nada, estaríamos moviéndonos en una lógica similar aunque digamos que no”.
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La visión suya de la filosofía y lo que viene con ella
La autora de Hechos de tiempo dice ser cercana a la etimología clásica de la filosofía, es decir, “el amor a la sabiduría”, y explica que ello tiene que ver con que “no somos sabios ni sabias: lo que somos es gente en el camino, apasionada por tratar de entender mejor, por tratar de conocer, por tratar de ver, por tratar de vislumbrar qué hay ahí que no es tan evidente o, a veces, de hacer visible lo evidente”.
Respecto a la Filosofía política, subrama en la cual está colocado el libro que nos ha juntado para platicar, comenta que tiene que ver con “lo común, es decir, lo que compartimos entre todas las personas para poder vivir juntas, porque estamos en esto juntas. (Y) se nos olvida, pero si no fuera por la interdependencia que tenemos unas personas de otras, jamás hubiéramos podido sobrevivir y…”, continúa, “en este sentido, esto sigue siendo así”.
La filosofía política es, en resumen: “ver cómo se pone en juego esto público, esto (que es) común, que pertenece a todas las personas y que tiene que ver con nuestras condiciones de poder vivir una vida digna, de poder vivir una vida considerada como tal”.
“En ese sentido, el libro se articula ”, aclara, “en tres partes: una que tiene que ver con lo que había señalado antes, que es el tiempo en relación con lo geológico, lo biológico, con las narrativas del Antropoceno, y que yo trabajo a través de un concepto que nombre: “las memorias de la tierra”, es decir, todas las temporalidades que están inscritas en la tierra, los proceso biológicos –que son múltiples y fluidos– y cómo nosotros nos insertamos en estas temporalidades”.
“En una segunda parte, es la memoria más social, más política incorporada en la nación, en todo lo que queda silenciado y en todos los tiempos que cruzan una nación; en todas las historias de violencia, en todas las genealogías de los cuerpos que han sido sacrificados, violentados y explotados y que hoy día siguen sosteniendo también toda una idea de colectivo, de nación, etcétera”.
“En la tercera parte, el tiempo tiene que ver con lo íntimo. Con el tiempo, por ejemplo, de la intimidad con los animales, cuando tienes una relación profunda con tu perro o con tu gato. Hay una relación de temporalidad ahí distinta cuando cuidas una planta y tienes que adaptarte al tiempo y/o al ritmo de la propia planta. (Y también) trabajo con la temporalidad con los muertos, es decir, qué significa que alguien que quieres muera y eso qué tiene que ver con la idea de memoria. (y lo que interesa) es a qué tipo de memoria nos estamos refiriendo.
“Finalmente, trabajo también con la temporalidad íntima, que supone la exposición de las personas a otras personas, es decir, cuando nos exponemos a otras personas, temporalmente estamos cambiando, siempre, y sin embargo somos responsables de las huellas de nuestro pasado que en cualquier momento pueden volver y pedirnos responder por ellas. Entonces, esos son los dilemas a los que nos enfrentamos, cómo asumir que eso con lo que ya no me identifico pueda, sin embargo, reclamarme como parte de algo que yo hice y que yo soy, también, aunque ya no me identifique con ello”.
Ante ese breve y extenso resumen, que así como invita sumerge, la autora concluye con la máxima de la curiosidad, acaso el germen de todo esto: “estas son las vicisitudes y caminos en lo que nos mete estar hechos de tiempo”. El libro, ha de quedarnos claro desde entonces, es un intento de respuesta, que probablemente nos haga florecer muchas más dudas. Ya lo dirá el tiempo.
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Que la filosofía esté al alcance de todos
Teniendo clara la idea de que las más de las veces la filosofía no da para más que una materia para aprobar el curso o para quedarse para siempre en las aulas, sea porque el profesor no se interesa en una verdadera enseñanza o porque el interés por la materia no existe. La Dra. Zenia Yébenes trabaja en una universidad pública, y su resistencia frente a lo planteado es, precisamente, abrir las puertas más allá del alumnado. “Cuando organizo algo, intento que sean cursos abiertos para todo público”. “La otra cuestión”, menciona, “(es que) yo tengo un posicionamiento personal frente a esto: hay que exponer a la gente y hay que exponernos todos al pensamiento complejo, sin rehuir a la complejidad”.
“Me parece que es una falta de respeto tratar a las personas como si no pudieran, como si tuviéramos que darles todo masticado, me parece que es una cuestión muy paternalista y muy discutible, no es la idea que yo tengo de compartir conocimiento. Mi idea de compartir conocimiento no es rehuirle a la dificultad porque sería mentir, (pues) conocer implica quebrar tus marcos habituales de referencia, y eso siempre implica un esfuerzo y es difícil. Pero (…) lo importante aquí no es que sea fácil o difícil: lo importante es que sea apasionante. Yo lo que intento es que la gente quiera seguir leyendo…”
“La realidad es compleja”, dice la también autora de Travesías nocturnas: ensayos entre locura y santidad. “Si queremos entender esta realidad —y esto es importante porque, si no, ¿cómo vamos a tener políticamente visiones de cómo resolver problemas?, ¿cómo vamos a tener ecológicamente ideas de cómo lidiar con cosas si no podemos lidiar con la complejidad porque nos asusta? Estamos en un mundo complejo. (…) Hay que asumir esa complejidad como algo apasionante y no como algo atemorizante”. Para ello, pone todos sus esfuerzos desde la plataforma que es la universidad donde labura y trata de estar disponible para quienes requieran consultar cualquier cosa acerca de sus publicaciones.
Tiene claro que su trabajo va más allá de escribir y publicar, y, por tanto, considera necesario transmitir, y pensar que eso que hace “esté abierto a la gente”, pues considera que esa gente que esté interesada en sus investigaciones (o en las de cualquiera) sólo debe entregarse por completo a leer, a interesarse, a estar atenta a los cursos y todas las actividades disponibles (muchas de ellas gratuitas).
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Un nuevo enfoque en las redes sociales
Como una curiosidad tras un paréntesis en la formalidad, la doctora menciona que ella descansa en vacaciones de las redes sociales, para dedicarle tiempo a sus actividades personales y a sus personas cercanas. Cuenta también que al no acomodarse en X (antes Twitter) debido a la limitación de caracteres, ve en Facebook una oportunidad, considera que es, para ella, “una plataforma valiosa, porque es la que está utilizando la mayor parte de la gente”. Desde su trinchera, ha decidido prescindir de la idea de diario virtual donde se comparte cada detalle de la vida persona, y, por tanto, optar por “otro formato de red social”, “tratando de introducir a la gente en temas que puedan ser apasionantes”.
De todo esto, la culpable es la curiosidad, porque confiesa que, aunque no es experta en todo, el leer y encontrar cosas que le cautivan hace que su espacio sea un tipo de contacto distinto. Pese a su posición, no deja de ser crítica con las redes con el uso común y, siendo una aguda observadora de las imperfecciones de estas plataformas, sólo busca imprimir “otro ritmo”.