La verdadera crisis es de percepción
Fritjof Capra
Existen más de 8 mil 86 millones de perspectivas distintas sobre la vida, tantas como habitantes hay en el mundo, y la cifra crece segundo a segundo.
Hay similitudes entre ellas, por supuesto; a partir de éstas se forman las relaciones; pero cada una tiene particularidades que la hacen única y cada una se considera a sí misma como verdadera, porque nadie quiere vivir en el error y a nadie le gusta reconocerlo, mucho menos que sean los demás quienes lo señalen para imponernos el propio punto de vista y moldearnos conforme a él.
Cada perspectiva es una realidad distinta, aun cuando exista una en común, es decir, aquella en la que todos convenimos para preservarnos, reproducirnos y realizarnos. Esa visión individual del mundo se forma a partir de nuestras percepciones, que son experiencias sensoriales y circunstanciales, con impacto emocional en diversas intensidades y un cúmulo de pensamientos que les acompañan para interpretar lo sucedido.
Estamos llenos de estos paquetes de programación mental, algunos que solo almacenamos como memoria objetiva y que rescatamos cuando es necesario; otros que nos persiguen toda la vida, porque se han quedado impresos como filtros y parámetros de futuras vivencias, con o sin dolor almacenado. A los que duelen les llamamos heridas de infancia y son los más determinantes en la forma en que vemos y experimentamos la vida. Ambos representan bloqueos energéticos que nos impiden hacer contacto con la realidad tal cual es.
Las sensaciones primarias, es decir, sensoriales, son solo de tres tipos: agrado, desagrado y sorpresa, la cual finalmente derivará en una de las otras dos. Cualquiera que sea el tipo de emoción inicial, desatará otras asociadas y, mediante la intervención del pensamiento, crearemos sentimientos perdurables, buenos o malos.
Si el paquete inicial fue de desagrado, tenderemos a rechazarlo, y esto, en lugar de hacerlo desaparecer, lo fijará en nuestra mente, porque si hay un pegamento psicológico potente es la emoción negativa. Si es agradable, nos apegaremos a él, pero será tan escurridizo que trataremos de reproducirlo en adelante sin lograrlo. Y así es como nos arruinamos la vida, convirtiendo el oro en plomo en una alquimia interior invertida.
Cada vez que nos encontremos con circunstancias que reactiven esas impresiones, constituyan heridas o simples preferencias, perderemos contacto inmediato con la realidad y la filtraremos a través de esas experiencias, de manera que volveremos a escenificarlas, es decir, las repetiremos. Sí, ahora ya sabe por qué le pasa lo que le pasa una y otra vez.
La única salida a este círculo vicioso se llama aceptación, que no es otra cosa que dejar de resistirse y de apegarse, vivir cada experiencia como nueva, con mente de principiante, como propone la escuela budista del Zen. Fácil no es, claro, pero tampoco se requiere aislarse del mundo en el Tíbet.
En su vida cotidiana, mientras más agitada mejor, puede captar estas impresiones, que no son otra cosa que experiencias petrificadas porque en su momento no las pudo manejar. A partir de ellas se narró usted la vida a su manera, pero también desarrolló hábitos psicológicos que refuerzan esas energías bloqueadas, como procrastinar, rumiar pensamientos, discutir con gente ausente, exigirse perfección, caer en parálisis por análisis (por inseguridad), culpar a los demás, buscar estímulos obsesivamente.
La técnica principal para reprogramar el “chip” mental es cambiar la narrativa. Eso sí es muy fácil, créame. Usted sabe cómo le conviene relatarse las cosas para transformar su perspectiva y liberarse de esas impresiones. Pero primero debe saber qué se está contando, porque somos generalmente inconscientes de ello. Cuando detecte rechazo o apego, siéntese, respire y oiga en calidad de tercero lo que se está diciendo a sí mismo, observe sus reacciones. Le vendrán a la mente las impresiones de las cuales surgieron esos pensamientos y sentimientos. Reinterprételas para quedarse en paz con ellas. Su influencia se irá, y podrá vivir en libertad.
@F_DeLasFuentes
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