Podríamos seguir cerrando los ojos. Podríamos tapar la evidencia, pero se escuchan tambores de guerra.

Ucrania – Rusia, Israel – Hamás, están siendo dos cócteles explosivos, dos desencadenantes de una guerra que ahora sí puede extenderse como la pólvora a muchos más rincones del planeta de los que nos imaginamos.

Para empezar, Rusia, la Rusia de Vladimiro Putin está gastando cifras en defensa no vistas desde la época de la URSS. El gasto militar y de seguridad representa ya un cuarenta por ciento del presupuesto total, reduciendo partidas de apoyo de la población para construir tanques, sistemas de misiles o de defensa para combatir en Ucrania.

Pero es que en Europa no nos quedamos cortos. El estallido de la guerra en Ucrania ha provocado el mayor incremento del gasto militar en el Viejo Continente en los últimos treinta años desde la guerra fría. Todos se rearman y lo hacen rápido y muchos de ellos compartiendo frontera con Ucrania y Rusia.

Hay otro indicador que no hace presagiar nada bueno. Cada vez se escucha más la palabra “movilización”, el ejército británico está movilizado ante cualquier situación adversa, pero lo mismo el español y el francés. Este último incluso más, desde que el presidente galo Emanuel Macron dijo que no descartaba enviar a soldados aliados a Ucrania. Aquella fue una auténtica declaración de guerra encubierta o así es como lo leyó Putin, que no tardó en responder en que si eso pasare podría utilizar su arsenal nuclear.

Desde la Segunda Guerra Mundial no habíamos vivido una situación tan delicada. No estamos acostumbrados a vivir una guerra a gran escala. Nos parece impensable, pero eso no significa que no vaya a pasar. Es la cordura frente a la locura.

 

      @pelaez_alberto