En un mundo donde las señales del cambio climático son cada vez más evidentes, el término Cisne Verde emerge como una expresión que va más allá de un simple tecnicismo. Se convierte en el eco de una realidad incuestionable: a medida que la temperatura global aumenta, los desastres naturales se intensifican y dejan a su paso pérdidas humanas, ambientales y económicas devastadoras.

El año 2023 marcó un punto de inflexión, con el mayor número de catástrofes naturales multimillonarias de la historia. Las cifras son alarmantes: 380,000 millones de dólares en daños y 95,000 vidas perdidas, un 22% más que la media del siglo XXI; mientras que la brecha de protección se hace evidente cuando las pérdidas aseguradas representan sólo 31% de los estragos económicos, dejando una enorme vulnerabilidad en la economía global.

Estamos frente a lo que el Banco de Pagos Internacionales denominó Cisne Verde en 2020, una crisis financiera desencadenada por el cambio climático. Aon detalla que los cinco principales desastres de 2023 fueron los terremotos en Turquía y Siria, inundaciones en China, el huracán Otis en México, y sequías en la región de La Plata y en Estados Unidos. Por su parte, América Latina, podría ser gravemente afectada por estos fenómenos que van desde huracanes hasta sequías, con países como México, Cuba y Haití liderando las estadísticas de desastres naturales.

Frente a esto, es crucial tomar medidas de financiamiento para mitigar los efectos del Cisne Verde. Aumentar el apoyo a fuentes de empleo y fortalecer la resiliencia de las poblaciones más vulnerables ante las nuevas condiciones climáticas es una tarea inaplazable. La transición hacia fuentes renovables de energía, agricultura regenerativa y uso de inteligencia artificial para la conservación de ecosistemas se convierten en la clave para limitar los efectos del calentamiento global.

La cooperación internacional es esencial, y los países desarrollados deben cumplir con los esfuerzos acordados para movilizar el financiamiento de $100,000 millones de dólares, al tiempo que los niveles de financiamiento para limitar el calentamiento global deben aumentar de 3 a 6 veces, según el IPCC.

La amenaza que representa la crisis climática exige la colaboración de bancos centrales, académicos, empresarios, gobiernos y ciudadanos. Diversos estudios demuestran que la inversión en prevención y mitigación de desastres no sólo salva vidas, sino que también genera ahorros significativos. El primer paso hacia la mitigación del calentamiento global implica emprender acciones conjuntas, pues el tiempo apremia y la colaboración entre los distintos actores se presenta como la única vía.

No cabe duda que el primer paso hacia la mitigación ante el calentamiento global implica dejar atrás viejos enfoques y diseñar nuevas estrategias en el corto, mediano y largo plazo. La decisión está en nuestras manos: adaptarnos mediante acciones audaces y una reevaluación profunda de nuestras prácticas o enfrentarnos a las consecuencias del Cisne Verde.

 

Consultor y profesor universitario

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