“El libro es el territorio donde puede la imaginación conformar otro mundo, otras vidas. Donde tanto el escritor como el lector pueden ser otros, y no sólo leer, sino vivir en lo imaginado”, reflexionó, un día de abril, Alberto Barrera Tyszka, cuando visitó la redacción de este diario para platicar sobre su más reciente novela, segunda publicada de forma consecutiva bajo el sello de Penguin Random House, El Fin de la Tristeza.
Años antes de la publicación de esta novela y enfocarse a la narrativa, quizá como asunto de suerte o del destino, formó parte de Guaire y Tráfico, un par de grupos poéticos venezolanos como los que en cierto momento del siglo pasado proliferaron alrededor del mundo. Pese a su formación poética, es reconocido por los títulos que le permitieron ganar el Premio Herralde y el Premio Tusquets de Novela, por mencionar algunos.
Confieso pronto a Alberto que encuentro eco del oficio suyo como periodista en Gabriel Medina, el protagonista de esta novela —que en apariencia podría sugerir demasiado con su título, sólo hasta, que más tarde, luego de la lectura, nos demos cuenta que estábamos equivocados—.
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“La premisa del personaje es que, cuanto más lejos esté uno de las noticias, es más feliz. Él cree que se puede vivir sin la realidad, y yo creo que es una tentación que tenemos todos, en algún momento. Sobre todo porque estamos llenos de ‘información’, porque no sabemos si lo que nos dicen los medios, el gobierno, la policía, los demás es verdad. Es un mundo que es un caos informativo”.
“Y Gabriel dice: “pues voy a apagar ese caos”. (Porque) él cree que de alguna manera ese caos es el causante de su tristeza, de la ansiedad, del desasosiego, de la angustia. Entonces dice: “(si) se puede vivir sin realidad, entonces voy a vivir sin redes, sin informaciones… y no puede”.
COORDENADAS Y REFLEXIONES
Ante la presencia de la complejización y reflexión en lo que se escribe y que, preciso, escapa a la gris dicotomía del bien y el mal muchas veces retratada en la literatura, Barrera Tyszka subraya que fue totalmente intencionado.
“Hay una cosa deliberada, sobre todo con un tema tan complejo como el suicidio, entonces no moralizar con eso y tratar de (verlo) con personajes que son complejos, irregulares, imperfectos, que se equivocan”.
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Cerca del final, luego de poner la mira en la ausencia de referencias literarias, es decir nombres de autoras y autores o una retahíla de libros (sea para llenar los párrafos o por puro capricho más que en beneficio de la novela misma), confesó ser alguien que lee desordenadamente, y reveló que no leyó nada para, digamos, “acompañar” la escritura de El Fin de la Tristeza, pero piensa que haber leído La Intimidad Pública de Beatriz Sarlo pudo haber contribuido. “Uno no escoge, por desgracia, sus influencias”, finalizó.
La novela se encuentra disponible en algunas de las librerías más grandes del país desde los últimos días de marzo.