Dior invocó a las diosas del Olimpo griego ayer en la primera jornada de la Semana de la Alta Costura parisina, mientras que la española Juana Martín presentó a la andaluza severa y tentadora a la vez.
La diseñadora Maria Grazia Chiuri le puso un ligero toque deportivo a la colección Dior, pero sin descuidar la elegancia, la armonía de los colores a través de túnicas blancas de una simplicidad extrema, anudadas a la cintura y sandalias de talón plano atadas hasta la rodilla.
Para dar el efecto de estatua clásica, Chiuri explicó que trabajó el pliegue a la altura de los hombros.
Muchas espaldas desnudas en esta colección otoño invierno 24-25, que a veces dejaba vislumbrar tops plateados, como si la modelo regresara de la piscina, el pelo de aspecto mojado y peinado hacia atrás.
También había espacio para los vestidos negros de gala, y para cuerpos que dejaban traslucir las varillas.
Los colores estridentes los ponía la artista y militante afroamericana Faith Ringgold, fallecida en abril.
Sus enormes colchas con mujeres que juegan a tenis, nadan o bailan, decoraban el lugar del desfile, en los jardines del Museo Rodin.
La andaluza y gitana Juana Martín tituló su colección “pared de cal”, en alusión a “esa pared que separa lo bueno y lo malo en nuestras mentes”.
El desfile fue casi en su totalidad un contraste entre el blanco y el negro, entre vestidos largos con amplias capuchas a la Balenciaga y faldas ultracortas, adornadas con frutas que sugerían esa tentación.
También chaquetas entalladas con trabajo de pedrería, o amplios abrigos de rojo carmesí.
“Hay, resina, plata, trabajo artesanal al máximo”, explicó a la prenda la creadora al cierre del desfile, en la plaza Vendôme.
“Hablamos de divinidad y pecado, el blanco y el negro como antítesis y a la vez inseparables”, explicó la creadora en las notas del desfile.
Como pendientes, o broche para cerrar una capa, o como motivo cosido en el tule, la gasa o el velo de sus creaciones, una raspa de pescado.
En la mañana, Schiaparelli abrió el baile de desfiles con vestidos de terciopelo negro, crepé rojo y siluetas cinematográficas.
Los vestidos se ajustan totalmente al cuerpo, los escotes son vertiginosos.
Después del éxito de una exposición que le fue consagrada hace unos meses en París, la holandesa Iris Van Herpen optó por su parte por una presentación estática de vestidos que al mismo tiempo eran casi obras de arte, puesto que las modelos aparecían “colgadas” de cuadros.
El efecto era como contemplar mariposas que efectuaban gráciles movimientos de danza atrapadas en una tela.
Para la casa italiana Giambattista Valli, en el otoño e invierno imperará la rosa peonía, la muselina y el organdí. El ambiente del show recordó la estética de la serie televisiva Las crónicas de Bridgerton.