La línea ya está trazada y dictada desde Palacio Nacional. Sí o sí, la reforma al Poder Judicial va. Olvídense de los conversatorios, los parlamentos abiertos, los foros y demás parafernalia. Todo cuanto se diga en estos espacios será saliva y tinta desperdiciadas. El texto de la iniciativa que en septiembre próximo enviará el presidente López Obrador a la Cámara de Diputados ya reposa en su escritorio y bajo ninguna circunstancia el tabasqueño permitirá que nadie le meta mano para alterarlo. De acuerdo a sus designios y caprichos, no se le moverá ni se le quitará una sola coma.

Sin embargo, vale la pena que todos podamos tener acceso al documento para leerlo y analizarlo, porque las letras pequeñas seguramente van a traer muchas trampas…

En lo personal, considero que sí hace falta que haya una muy profunda reforma al Poder Judicial, así como también debería haber reformas en los otros dos Poderes de la Unión (el Ejecutivo y el Legislativo), los cuales están muy lejos de ser inmaculados. Pero, al mismo tiempo, no nos podemos dar el lujo de demoler por completo algo que puede ser perfectible, porque estaríamos corriendo el riesgo de caer en una inoperatividad institucional que no le conviene a nadie.

Quitemos por completo lo que está mal, optimicemos aquello que sí está funcionando e implementemos nuevos mecanismos y estrategias para mejorarlo.

De entrada, si lo que se desea es que se cambie por completo a todos los integrantes del Poder Judicial (ministros de la Corte, jueces, ministerios públicos, etcétera) pues que así sea. Que vengan una purga y una depuración totales. ¡Que se vayan absolutamente todos y que no regresen! Pero lo que no se vale es que a los personajes afines al régimen ya se les haya avisado que la reforma contempla la posibilidad para que ellos sí puedan regresar con el favor de ciertas simulaciones que se montarán y ejecutarán exprofeso para beneficiarlos a ellos.

Por lo tanto, no está nada bien que desde ahora las ministras carnalas, Yasmín Esquivel Mossa, Loretta Ortiz Ahlf y Lenia Batres Guadarrama (el bloque pro AMLO) ya estén haciendo proselitismo y giras de medios para promover su permanencia en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Es de un cinismo inusitado (pero, sobre todo inmoral) que las tres estén declarando que ellas sí se someterían al escrutinio del “voto ciudadano” cuando todos sabemos que esa elección la va a organizar, sancionar y calificar el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), el partido del presidente López Obrador. Tiene que haber piso parejo para todos. ¡O todos coludos o todos rabones!

También es muy importante que esta reforma deje muy en claro qué tipo de perfiles califican para ser aspirantes, porque es sumamente peligroso que sólo por la voluntad y decisión del pueblo “bueno y sabio” cualquier hijo de vecino sin preparación, estudios y capacidad se pueda calzar una toga. ¿Se imaginan, por ejemplo, a Cuauhtémoc Blanco, Patricia Arméndariz, Gerardo Fernández Noroña o Sandra Cuevas como magistrados de la Corte? ¡Dios nos agarre confesados!

 

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