Es probable que, tras la publicación de Caballo Fantasma (Editorial Almadía), Karina Sosa (Oaxaca, 1987) haya conquistado un nuevo espacio de la literatura iberoamericana. Por ello, a cuatro años de distancia, durante el proceso de comenzar a estudiar Historia del Arte y seguir con ese infatigable deseo de escribir, leer y viajar, se publica Orfandad (Penguin Random House), su segunda novela.
A propósito, gracias a un espacio que tuvo entre presentaciones y viajes a otros estados fuera de Oaxaca, visitó la redacción de 24 HORAS para, entre otras cosas, contarnos acerca de su novela, misma que Karina define como una autoficción.
“Tiene que ver con un proceso importante para la historia de Oaxaca. Y también tiene que ver con el desgaste o el rompimiento de ciertas estructuras, (como) la familia, el gobierno, el estado y lo que alguien cree seguro dentro de su vida. A partir de eso se detona la memoria, la búsqueda”, reveló la también fundadora del proyecto editorial Zopilote Rey.
A propósito de la sensibilidad palpable en el libro, ese deseo de comprender algo complejo como lo es la familia y en especial a alguien tan importante como es la madre, Karina cuenta que cree que “surge también de una curiosidad de esta adolescente que se está preguntando por cómo es el amor en realidad, si el amor de sus padres es un modelo que ella quiere replicar en sus relaciones y, al mismo tiempo, empieza a juzgar al padre, pero también siente que no comprende a la madre, la abnegación”.
“Hay muchos conceptos puestos en tela de juicio”, agregó. “A partir de ese cuestionamiento se detona mucho el preguntarte a ti misma quién eres en un mundo que ha decidido borrarte, y este borrarte es un momento injusto y doloroso porque estás arrastrada por una corriente que es ese otro gran caos que es el 2006 en Oaxaca”.
EL PROCESO DE ESCRITURA
Todo comenzó, dice, cuando falleció su abuela en 2022, pues ese momento doloroso fue lo que detonó la escritura, sobre todo porque removió en ella, gracias a las palabras de una amiga suya, esos tiempos de cuando su padre estuvo preso, su madre dando a conocer la noticia y ella junto a sus hermanas y hermano, como a la deriva.
“Empecé a escribirla y fue un trabajo de edición muy grande”, confesó. “Ha cambiado mucho de la primera historia que escribí. Mi editora, Eloísa Nava, me ayudó muchísimo. Ha habido muchas historias para llegar a Orfandad”.
De alguna manera, lo atribuye a la memoria, pues la describe como un artilugio o un aparato sumamente raro.
“Lo distorsiona todo, te lleva por caminos que no esperabas transitar, así como a otros lugares. Creo que escribir esta historia fue para mí un acto de valentía y de coraje, de impulso, uno que no sucede muchas veces”, espetó.
Más allá de todos los sentimientos a flor de piel, la también editora dice que dos de los libros que acompañaron la escritura de esta novela fueron Guerra y Paz, de León Tolstói y La Vida Mentirosa de los Adultos, de Elena Ferrante. “Esos fueron los detonantes, pero hay muchas otras novelas atrapadas en el camino”, concluyó.