El presidente Andrés Manuel López Obrador dio un paso firme en defensa de la integridad de nuestro país. Su decisión de enviar una nota diplomática al Gobierno de su homólogo estadounidense Joe Biden, exigiendo explicaciones sobre el financiamiento a organizaciones que operan en contra de su administración, es un acto que recuerda la importancia de la autodeterminación y la dignidad nacional.
La relación entre Estados Unidos y México siempre ha estado marcada por una tensión sutil. Mientras que se proclama respeto mutuo y colaboración en temas clave como la migración y la seguridad, las dinámicas de poder son otras. Washington no cesa en su intento de influir en nuestra política interna, disfrazando sus intereses bajo el manto de la cooperación para el combate a la corrupción.
No se trata de una simple queja diplomática. Al igual que en el pasado, cuando el presidente Lázaro Cárdenas nacionalizó el petróleo, como respuesta a los abusos de las empresas extranjeras, hoy enfrentamos una situación en la que intereses externos buscan influir en la política mexicana.
Tampoco es casualidad que tales financiamientos lleguen en momentos de alta polarización política, cuando las narrativas contra el Presidente y la 4T se ven amplificadas en redes sociales y medios que, curiosamente, coinciden con los intereses de ciertos sectores en Washington.
Y no se trata de negar la lucha contra la corrupción. Todas y todos queremos que se siga combatiendo, pero no se vale que otros países decidan financiar movimientos que, lejos de ser neutrales, tienen una clara agenda política en contra del Gobierno. El respeto a nuestra soberanía implica que los cambios deben nacer desde adentro, desde las propias instituciones mexicanas, y no ser impuestos o manipulados desde el exterior.
Reitero, la injerencia extranjera en América Latina no es una novedad. Durante décadas, hemos visto cómo Estados Unidos ha justificado sus intervenciones con pretextos diversos: el combate al narcotráfico, la lucha contra el comunismo o la promoción de la democracia. Sin embargo, los resultados fueron, en su mayoría, desastrosos para los pueblos latinoamericanos.
Es claro que la presencia de organizaciones financiadas por entidades extranjeras responde a una lógica de presión política. Al recibir apoyo económico del exterior, estos organismos pierden independencia y se convierten en brazos de intereses ajenos a los del pueblo mexicano. El Presidente tiene razón al demandar transparencia y plantear posibles reformas legales que regulen este tipo de subvenciones.
El principio de no intervención es un pilar fundamental del derecho internacional, pero también de nuestra Constitución. México es una nación digna y libre. Nuestro respaldo al presidente López Obrador en la lucha por la soberanía debe ser firme, porque solo así podremos garantizar un futuro verdaderamente independiente para el país.
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