Donald Trump y Kamala Harris tienen poco en común pero en algo están de acuerdo: los dos candidatos a la Casa Blanca quieren eliminar los impuestos a las propinas, una medida claramente electoral pero de grandes consecuencias económicas.
Entre los electores que los dos candidatos esperan seducir están los de Nevada, un estado clave para las presidenciales de noviembre.
El estado hogar de las Vegas tiene, en relación al número de habitantes, la mayor cantidad de camareros del país, según el Departamento de Trabajo.
La cultura de la propina en Estados Unidos es distinta a la de la mayoría de los países del mundo.
Los clientes son fuertemente alentados a dejar propinas generosas por un café o un plato para llevar.
En los restaurantes, pagar 15% o 20% por encima del precio en concepto de reconocimiento al servicio es la norma.
Incluso es legal que los empleadores, en algunos estados, paguen a sus empleados 2.13 dólares la hora, muy por debajo del salario mínimo federal de 7.25, a condición de que el “tip” (propina en inglés) complete la diferencia.
Pero “no hay razón particular para que, de forma general, personas que trabajan en el sector servicios paguen menos impuestos que un obrero o un enfermero”, consideró Marc Goldwein, del Committee for a Responsible Federal Budget (CRFB, Comité para un Presupuesto Federal Responsable).
“Eso crea un problema de equidad: dos personas que realizan un trabajo similar y que el mercado estima que vale la misma suma de dinero, tienen niveles de tributación diferentes”, explicó . Y “eso no tiene ningún sentido”.
Hay alrededor de cuatro millones de trabajadores remunerados con propinas en Estados Unidos, cerca de 2.5% del total de empleados, según una estimación reciente del Budget Lab (laboratorio de presupuesto) de la universidad de Yale, una cifra que incluye barmans, camareros y peluqueros. Según este estudio, estos trabajadores tienen en general un salario semanal más bajo que la media.