¿Qué puede ser más poderoso en la mente del Presidente saliente que prefiere dejar sembrada una crisis en lugar de dejar un país relativamente estable a la sucesora que él mismo eligió?
Una opción indeseable es que realmente no se va del ejercicio del poder, sino que solo desaparece de los reflectores.
La otra, es una necesidad, ya con tintes de necesario análisis psicopatológico, de trascendencia histórica al costo que sea.
Conforme se acaba este mes de agosto y se acerca la fecha de la instalación de la siguiente legislatura, con la híper mayoría que le regalaron las alineadas autoridades electorales, estamos cerca de que en este país suceda algo muy negativo que no solo afectará a los mercados financieros, a las grandes empresas o a Estados Unidos y Canadá.
Es un hecho, nuestras finanzas personales se verán directamente afectadas con este rompimiento del orden democrático e institucional que se intenta.
Entre las consecuencias inmediatas llegará una mayor depreciación cambiaria. No se le puede llamar devaluación por ser un mercado abierto, pero será un impacto como los que provocaban los populismos del siglo pasado.
Vea ya cómo andan los precios por ejemplo de las gasolinas que se cotizan en dólares. La inflación que no ha logrado controlar el Banco de México tendrá inevitablemente presiones por el traspaso cambiario.
Una inminente degradación crediticia implicará tener que subir mucho más las tasas de interés para compensar el efecto de la desconfianza y eso hará más inaccesible el crédito empresarial y al consumo.
Todos los impactos económicos negativos que vienen, si no se logra imponer a tiempo una voz sensata, van a derivar en una caída en la actividad económica hasta niveles de recesión.
Se perderán empleos, caerá el consumo y la producción, la economía mexicana estará en una condición de la que además será difícil salir porque lo primero que se perderá es la confianza.
No es que la próxima semana pasemos de la relativa estabilidad actual a la crisis total, será un proceso gradual, pero siempre de bajada.
El primer impacto es financiero, tipo de cambio, indicadores bursátiles, bonos de deuda. Después vienen las consecuencias financieras internacionales, como las calificaciones soberanas.
A la par de la implementación de estas contrarreformas vendría la baja en la actividad económica, incluido un aumento del desempleo.
No es fácil para una gran mayoría entender el momento histórico que implica el lance autoritario que emprendió López Obrador y que, desafortunadamente, parece no oponerse Claudia Sheinbaum.
Será hasta que las consecuencias nos alcancen en donde esa mayoría de ciudadanos buscará encontrar explicaciones. Y ya sabemos, porque lo escuchamos cada mañana, dónde el régimen buscará a los culpables.
Pero por lo pronto, hay que tomar algunas posiciones defensivas en las finanzas personales.
Dar al menos el margen del mes de septiembre como una tregua para tomar decisiones de gasto o inversión de mediano o largo plazos. Recomponer los montos de las deudas personales, en especial tarjetas de crédito o préstamos a tasa variable.
Es buen momento para mostrar prudencia, esa que tanto le falta a la clase gobernante del país.
@campossuarez