Manolo, tras años en su departamento, está a 20 días de entregar las llaves, pero no tiene planes de dejar el control. Cada día se vuelve más desesperado para asegurarse de que, incluso sin estar allí, todo siga funcionando bajo su mando.

Primero, instala cámaras y un sistema de calefacción controlado por él desde su celular. “Aunque me vaya, el clima lo manejo yo”, dice mientras clava nuevos cuadros con su foto en todas las paredes.

Luego, en la cocina, reemplaza las llaves del agua con un sistema que sólo él puede abrir con una aplicación secreta. “El agua es vital. Sólo yo sé cómo administrarla bien”, afirma mientras ignora las quejas del dueño.

En sus últimos días, decide cambiar las cerraduras y dar sólo una copia de las llaves al dueño, pero se queda con el control remoto de la puerta principal. “Esto es por el bien de todos. No pueden confiar en cualquier inquilino”, justifica.

Finalmente, el día de la mudanza, Manolo deja instrucciones detalladas a los nuevos inquilinos sobre cómo deben usar cada espacio. “Recuerden, este lugar sigue siendo mío, aunque no viva aquí. ¡El espíritu de Manolo nunca se va!”

A lo lejos, el dueño observa en silencio, sabiendo que, aunque Manolo ya no esté, seguirá tratando de controlar el lugar desde las sombras.

 

      @estarc62