¿Se vale que el presidente de los Estados Unidos Mexicanos use el momento climático de la arenga nacional para lanzar vivas a su movimiento político?
¡Por supuesto que no! Pero ese es el menor de nuestros problemas.
La Constitución dice que a Andrés Manuel López Obrador le quedan solamente 13 días de mandato, sus actitudes dejan ver sus deseos de mantenerse en el poder por mucho tiempo más.
Y es que López Obrador consiguió hasta el final todo el poder que le da una mayoría calificada, que a su vez fue lograda por su control sobre la autoridad electoral. Con ella está por conseguir el control sobre el Poder Judicial.
Cierra la pinza del control con una sucesora que está imposibilitada de tener su propia agenda de transición por estar permanentemente a un lado, silente, del Presidente que ya se va.
Tanto poder y con solo 13 días en la silla, para alguien que claramente es un líder carismático, popular y con una clara disonancia cognitiva, apunta para que sea difícil que cumpla con su promesa de un retiro total.
Para poder hablar de la presidencia de Claudia Sheinbaum hay que esperar al menos dos semanas a que inicie su mandato y entonces sí ver si hay algún cambio respecto a la forma como López Obrador la ha presentado, políticamente alineada a su voluntad.
Nadie debería esperar un comportamiento diferente al trazo de país que fijó López Obrador, pero recuperar un poco de cordura y sentido común para no hundir más al país, sí es una expectativa que se tiene sobre Claudia Sheinbaum.
Lo primero que le va a costar mucho trabajo a alguien como López Obrador, quien claramente está convencido de que la transformación es él, será desligarse de su diaria presencia física frente a una feligresía pendiente de sus mañaneras y en esa congregación de fieles están, cómo no, sus opositores listos para reaccionar a lo que diga.
Se antoja difícil que por un tiempo se pueda despegar del teléfono para tirar línea, una que se notará muy fácilmente.
Pero vienen decisiones difíciles que tomar tan pronto como el próximo año que requerirán una visión de Estado.
López Obrador recibió una estabilidad macroeconómica que le dio margen de desmadejar las instituciones del país con un cierto nivel de resistencia económica, pero su herencia es un país que va a caer.
El 2025 ya era un año de corrección fiscal, se esperaba cierto nivel de crecimiento económico que hoy se ha desvanecido, pero el déficit y la deuda siguen ahí.
El siguiente gobierno tendrá que decidir entre atemperar los efectos de la contrarreforma al Poder Judicial en las leyes secundarias o atenerse a la reacción internacional de los países y sus capitales.
Esa decisión será incompatible con las instrucciones de quien hoy parece dispuesto a no dejar su influencia de poder.
La realidad es que no sabemos qué va a ocurrir a partir del 1 de octubre. Muchos piden no ser tan ingenuos y ver que todo cambia para seguir igual. pero hay quien pide esperar a tener el poder constitucional en la mano para marcar una sana diferencia.
Por lo pronto, lo que vemos, es que hay alguien que se quiere quedar en el poder.
@campossuarez