Tengo un par de amigos que aseguran que se puede cambiar de pareja y de casa varias veces, pero jamás de partido político o de equipo de fútbol.
Yo aplaudo el sentido de lealtad (a medias) de mis amigos, pero me dejó pensando en cómo la ejercen los mandos altos de los partidos.
Basta con ir al historial en las redes sociales de más de un político para ver que las convicciones sobre ciertos temas, digamos, evolucionan.
Por ejemplo, el dirigente saliente de Morena, Mario Delgado, hizo activismo constante y prolongado en su cuenta de X para protestar en contra de una iniciativa que trasladaba algunas responsabilidades de seguridad al Ejército. En mensajes de 2017, propone la capacitación de policías y dejar de lado la militarización.
Pero la idea del respaldo del Ejército fue cambiando hasta hacerla tolerable. Para 2022, Mario Delgado explicó que la iniciativa procura blindar a la Guardia Nacional “para que quede bajo el amparo de la Sedena y garantizar su disciplina e integridad”.
Otro ejemplo del cambio de argumentos y criterios es el de quien fuera secretario de Gobernación, Adán Augusto López, y la exfiscal de Ciudad de México, Ernestina Godoy.
El periodista Arturo Ángel publicó un amparo interpuesto en 2014 donde los morenistas exigen a la Suprema Corte de Justicia que atrajera el caso sobre la reforma energética. En el recurso aseguraban que la facultad de reformar la Constitución por parte del legislativo podía ser vigilada. Un argumento que rechazan de tajo cuando los argumentos son en contra de la reforma judicial que recién se aprobó.
Mi preocupación sobre el cambio está en que a la hora de pensar mi voto, elijo ciertas opciones pensando en que los principios de uno u otro partido son en una línea específica. A favor de derechos humanos o con una ideología particular en materia de derecho al aborto o militarización. Pero según la evidencia, cambian con demasiada facilidad.
Como votante, me quedo sin garantías de que la idea que quiero de país siempre vaya en sincronía por lo que estoy votando.
Y para ser justos, el cambio de argumentos no es un fenómeno exclusivo de Morena.
La conversión de ideales aplica igual para el PRI que para el PAN. Un ejemplo son los Yunes, panistas de Veracruz cuyo activismo y declaraciones en contra del gobierno de Morena fueron absolutamente públicas y estridentes. El cambio de parecer se dio de manera igualmente pública y estridente en el debate por la reforma judicial.
El cambio de colores y de principios, sucedió en al menos 34 candidaturas de diputados en la última elección que pasaron del PRI y el PAN a Morena.
Y aquí viene mi duda genuina: ¿de dónde sacamos alternativas políticas?
¿Cómo hacemos para tener representantes que efectivamente guarden los intereses generales más que sus intereses personales? y sobre todo, ¿de qué cantera obtenemos capital político que no sea completamente intercambiable entre una fuerza política y otra?
@Micmoya