Escenarios de terribles homicidios, inmuebles en la Ciudad de México han quedado marcados para siempre por casos como el de Ingrid Escamilla o el del Demonio de Iztacalco, muestras de que las historias de terror existen en la vida real y que los monstruos, los de rostro humano, caminan entre nosotros.
Han pasado cuatro años del trágico feminicidio que derivó en la Ley Ingrid (iniciativa que sanciona hasta con 10 años de prisión a los servidores públicos que difundan evidencia de un crimen) y Araceli Barrientos todavía recuerda, como si hubiera sido ayer, el sonido de las patrullas y el ver salir esposado a Erick Francisco Robledo Rosas del inmueble ubicado en la calle Tamagno 258, en la colonia Vallejo, alcaldía Gustavo Madero.
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“El departamento no se ha rentado para nada, pero a final de cuentas, ¿quien se va a venir a vivir ahí? Veo muy difícil que lo renten, todavía está custodiado. Hace no mucho vinieron familiares a intentar sacar cosas, pero no pudieron porque sigue acordonado”, comentó.
Al oriente de la capital, en la Primera Cerrada 16 de septiembre, de la alcaldía Iztacalco, carteles que claman justicia por María Jose, víctima de feminicidio, siguen presentes, pese a estar carcomidos por el paso del tiempo.
Y es que en el edificio de los azulejos azules vivía Miguel Cortés Miranda, también conocido como El Químico Feminicida, a quien le encontraron cinco cráneos y veinte restos humanos al interior de su departamento.
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Para Jonathan, vecino de la zona, el simple hecho de pasar por el edificio de los azulejos azules genera una “energía negativa”, e incluso comentó que varios inquilinos han buscado mudarse del sitio.
“Para rentar ahí no, se siente mucha energía mala… Anteriormente venía un padre cada 15 días, ponían flores y veladoras para las víctimas del Demonio de Iztacalco”, relató.
Lejano en el tiempo, ahora el predio ubicado en la calle Pirineos 15 Bis, de la colonia Portales, alcaldía Benito Juárez, es una pequeña torre de departamentos donde viven familias, pero hace 53 años fue la vecindad que atestiguó el crimen de María Trinidad Ramírez Poblano, quien es conocida como La Tamalera de la Portales, quien descuartizó a su pareja para usar su carne, hirvió su cabeza para dejar solo el cráneo y lo escondió debajo de su cama.
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Este asesinato ahora se convirtió en una leyenda urbana, pues los vecinos que solían relatar la historia fallecieron con el paso del tiempo y la gentrificación se encargó a desplazar a la descendencia de estos, aseguró Antonio Rodríguez, quien es encargado de una lavandería.
Marcados por la tragedia, estos sitios de la Ciudad de México permanecen en la historia como un recuerdo de terribles crímenes para los que toda justicia nunca será suficiente.