Probablemente conocen aquel viejo refrán: “El mejor vino blanco es tinto”. A mí me provoca ciertas sospechas. A lo mejor mucha gente lo aplica pensando en que van a tomar un solo tipo de vino durante toda la cena.
Con frecuencia he escuchado inquietudes de personas que se asombran ante la idea de probar una o dos copas de espumoso como inicio, algo de blanco con el primer tiempo, un rosado con la pasta, uno o dos tintos con la carne, otro más añejado acompañando los quesos y algún blanco de cosecha tardía con el postre. Creen que “la revoltura” hace daño.
Una de mis sospechas se refiere a que demasiadas personas consumen destilados (brandy, ron, tequila, whisky, vodka, etc.), y capaz que en ese caso lo mejor es mantenerse con un solo brebaje y no andar con “revolturas”.
Por mi parte, ni tomo destilados, ni creo que aporten nada a los placeres gastronómicos.
El vino, en cambio, es la incitación absoluta a explorar armonías olfatorias y gustativas, en contubernio con las especias, el fuego, las texturas y sabores propios de cada ingrediente de los cuatro reinos: animal, vegetal, mineral y ese otro al cual pertenecen los fascinantes hongos.
Todavía más: en contubernio con la compañía, la charla, el clima…
La temporada de calores invita a armonizar nuestras comidas, cenas y celebraciones, por lo menos al inicio, con vinos frescos, casi fríos.
Una de las mejores opciones al respecto son los vinos espumosos.
Otra, los rosados.
Ah, de pronto recuerdas, también existen los vinos rosados.
Pero, ¿quién toma “eso”? ¿Quienes no toman el vino en serio, los principiantes, mejor tómate un cooler?
Los prejuicios no ayudan a expandir la cultura vitivinícola.
Si el consumo de blancos con respecto a los tintos es de 1 a 10, el de rosados debe andar por 1 a 100.
Te recomiendo que, la próxima vez que vayas a comer un trozo de salmón bien preparado, tal vez con algo de pimienta roja recién triturada al servirlo, acompañes los primeros dos o tres bocados con un rosado algo frío (unos 8° Celsius). Puede ser un Tavel (del Ródano) o uno de Navarra. Después síguele con el vino que quieras.
Y no tienes que realizar el experimento con platillos refinados. Prueba lo mismo con una orden de flautas rellenas de carne bien doradita y con suficiente crema encima. No olvidar la salsa.
Por último, una de las mejores expresiones de los vinos rosados aparece cuando son espumosos.
Quienes se han maravillado alguna vez con un Champagne Cristal (blanco) tienen que probar Cristal Rosé, con la e bien acentuada, como el éxtasis que produce. Taittinger Comtes de Champagne Rosé es otra delicia. El cuerpo, los efluvios de un buen espumoso rosado están en otra dimensión. Puedes acceder a ella sin gastar demasiado.
Dentro del nivel medio de champagne, Moët & Chandon Brut Impérial Rosé es muy recomendable. Si es fechado, mejor. Y en el nivel básico de precios, Henkell Rosé (de Alemania) es formidable, por menos de 150 pesos.
Así que no hay que buscar pretextos. Mejor pon a enfriar un buen rosado, de preferencia espumoso, e inicia la celebración.
Salud,
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