En febrero de 2022, el escritor Federico Guzmán Rubio (Ciudad de México, 1977) ganó la Beca Michael Jacobs de crónica viajera. Para esa edición, el jurado estuvo conformado por Santiago Wills, Jon Lee Anderson y Daniel Samper Pizano.
Entonces, Sí hay tal lugar: viaje a las ruinas de las utopías latinoamericanas era apenas una utopía, un proyecto en ciernes. Un deseo por descubrir-se. A tres años de ese momento, la editorial Taurus ha hecho decirnos, o al menos pensar: sí hay tal libro. Se han materializado, en cierta forma, las ruinas, esos intentos de erigir la perfección por América Latina. El tiempo, una vez más, ha permitido sentir la ruina entre nuestras manos.
A propósito, el también crítico literario (que es como le gusta describirse, en realidad) platicó con este diario para intentar dilucidar este libro-proyecto viajero que le llevó a conocer los intentos de comunidad perfecta sobre Latinoamérica.
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—Leyendo la serie que tienes en Letras Libres, “Palabras latinoamericanas”, tus recomendaciones literarias en X y luego leyendo Sí hay tal lugar, siento que este último es una extensión de todo eso…—comento tras quebrar de pronto la charla previa.
—Ahora que lo dices, y no creo que hable necesariamente bien del libro eso, lo podemos ver como un hilo largo, ¿no? —pregunta entre risas el autor—. Abro hilo de siete utopías latinoamericanas…
—Pero no sé siente como tal… Alguna vez hablaba con un amigo en común acerca de los hilos y, he de confesar, los detesto todos por igual. Pero en el caso de Sí hay tal lugar…, siento que es algo complementario —replico—.
—¡Sí, es una forma de estructurar un tema! —espeta—.
—Dentro de todo lo que subrayé en tu libro, hay una frase que es en la que creo que se centra gran parte de lo que quisiste decir, o lo que yo quise entender: quien sólo busca ideas, acaba por no ver la realidad. Pienso que ahí está todo tu deseo de escribir este libro: en las ideas —explico—.
—Sí, y yo creo que la pregunta se aplica para dos cosas: para las utopías que incluye el libro, que finalmente, en concreto Fordlandia: sólo Ford se basa en sus ideas, en sus prejuicios sin que le importe la realidad y el contexto, pero yo creo que también ahí está el planteamiento del libro: no sólo escribir de las utopías desde las ideas o quedándonos en el mundo de las ideas, sino ir a ver la realidad, por más que esta realidad, que era la que me interesaba, haya sucedido hace cien o doscientos o quinientos años, bueno: ir a ver qué rastros quedan en ese lugar de lo que pasó —desarrolla—. Y más ahora, con la inteligencia artificial y todas esas cosas, yo sí creo que el ensayo, con todos sus aires intelectuales y sus pretensiones abstractas, tiene que ensuciarse un poco de realidad, y eso está pasando. Ensuciarse de realidad tanto yendo a ver qué ocurre, como también asumiendo la subjetividad y abrir la posibilidad de que esto se escribe desde el yo, desde una experiencia particular, arbitraria (en parte), y no simplemente hacer un tratado abstracto sobre la utopía.
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“Yo no me considero un periodista, no soy un periodista. Sobra decir que no soy un cineasta ni un documentalista. Tampoco me considero un cronista como estos cronistas que, bueno, se dedican y viven un poco (en caso de que se pueda seguir viviendo) de eso. Tampoco me considero un escritor: un escritor saca novelas cada dos, tres años, y yo tengo pocos libros publicados y tengo 50 años.
“Entonces no es una cosa de modestia, pero sí me gusta la libertad que me da de poder ir y escribir como un no profesional del género, sino como un maestro, un diletante, como una persona que no tiene profesionalizado eso y por lo tanto tiene una mirada más abierta”, cuenta el escritor —me permito yo la inconveniencia— al recordar un pasaje del libro, en el que se da cuenta de lo que relata.
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Quizá como necedad, nada más, pero recordamos en la charla que el libro anterior a este que publicó Federico Guzmán Rubio es, también, de crónicas. Él, sin embargo, apunta a un hecho involuntario, y a decirme lo que de alguna manera quienes seguimos su trabajo, ya sabemos:
A mí lo que me gusta en la vida es leer, yo no siento una necesidad imperiosa de escribir y expresarme, no. Sí me gusta un poco que el viaje lleve a la escritura y la escritura lleve al viaje, casi como ya una excusa irrenunciable para escribir.
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—Entiendo que gozas de cierta libertad, porque eres más lector que otra cosa, pero, ¿una vez que empiezas a escribir, brota de manera inevitable?
—Sale de manera natural y de manera inevitable —revira—. Yo soy consciente que el libro es muy ensayístico para ser crónica, y es muy narrativo para ser ensayo, pero vamos, esto me gusta y creo que esto se debe a… bueno, que si te digo que soy más un lector que un escritor, ya te diría que yo como escritor me considero un crítico literario, entonces estas crónicas reflejan el mundo visto por un crítico literario que hace conexiones, que lee el texto que está leyendo basado en lecturas previas, que analiza y piensa por qué me gusta y por qué no me gusta, qué me llama la atención, qué aspecto de la realidad subrayamos. Entonces, diría que ese es mi método de escribir crónicas, ensayos, o lo que sea: escribir con la mirada de un crítico literario; y creo que la literatura es una forma de pensamiento que no se limita simplemente a la lectura del texto literario, sino que es una forma de experimentar la realidad.
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La utopía es, primero, un género literario, cuenta el autor, que inauguró Tomás Moro y es un libro que es: mitad manifiesto político, mitad relato fantástico, porque es una crítica al presente y una propuesta de cómo sería un mundo perfecto. Entonces, una utopía es un proyecto de un mundo perfecto en el papel, y cuando se empiezan a poner más interesantes las cosas, una utopía es el intento de construir ese mundo perfecto fuera del papel, en la realidad, y entonces ya es una cuestión de locos. Es como, ¿leemos a Borges vamos a querer jugar a ser Funes?, o, ¿vamos a ir por los sótanos de Buenos Aires buscando el Aleph? ¡A nadie se le ocurriría hacer eso! Y sin embargo con las utopías hay locos a los que se les ocurre, y lo peor es que a veces no resulta tan mal.
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El libro, recientemente publicado por uno de los sellos de Penguin Random House, contiene siete crónicas: “Fordlandia o la utopía industrial”, “Colonia Cecilia o la utopía anarquista”, “Nueva Germania o la utopía racista”, “Pátzcuaro o la utopía cristiana”, “Argirópolis o la utopía cristiana”, “Solentiname o la utopía revolucionaria” y “Santa Fe o la utopía neoliberal”. El anterior es el orden en que se encuentran en el libro; sin embargo, aunque empezamos en 1928 y concluimos en 1982, la crónica que se encuentra justo a la mitad va hasta 1539. A propósito, Federico cuenta:
“Lo más lógico es que fuera un orden cronológico, pero no me hubiera gustado esto porque parecía que hubiera cierta progresión o cierta evolución, y no la hay. Una utopía no tiene nada que ver con otra ni es el resultado de la otra: en realidad son utopías aisladas. Ahí tuve que renunciar a lo cronológico y entonces el orden simplemente tiene que ver con la estructura de los textos: hay unas crónicas que son fragmentarias, y hay otras que son continuas”.
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—En este libro, hay mucha investigación de tu parte. Pudo ser en momentos previa o en otros momentos a posteriori, pero, ¿cómo evitar que se manche?, ¿cómo no mezclar tu narración con esos datos?
—He pensado mucho en eso: ¿hasta qué punto documentarse exhaustivamente no anula la mirada original? —se pregunta—. Yo estoy plenamente convencido de que si vas a escribir sobre algo tienes que leer todo lo que se ha escrito sobre ese tema, y cuando cierras tu última esa referencia, olvidarlo, o intentar olvidarlo una vez que leíste todo. Y bueno, después de los viajes… yo tomo muy pocas notas, no tomo grabaciones; incluso necesito que pase un poco de tiempo para empezar a digerir y para empezar a olvidar y que eso me obligue a reconstruir.
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Antes de poner punto final, valdría recordar una idea que redondea o pone más en duda lo que Federico apunta durante la conversación, lo dicho y lo que no está dicho, lo que está aquí dentro y lo que no, que se encuentra en alguna página de este libro extraordinario:
“De casi todas las utopías fallidas queda un lugar normal (…), sitios cuyos actuales habitantes hacen su vida diaria sin acordarse demasiado de los fantasmas (…) que todavía deambulan por sus calles”.
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Hoy, miércoles 12 de marzo, Federico Guzmán Rubio presenta Sí hay tal lugar: viaje a las ruinas de las utopías latinoamericanas en la Librería Mauricio Achar (Miguel Ángel de Quevedo 121) a las 19:00 horas junto al editor Romeo Tello.
