Hace cinco años, el mundo enfrentó una de sus mayores crisis: la pandemia de COVID-19. Este evento no sólo puso a prueba los sistemas de salud y las economías globales, sino que también desafió la capacidad de los países para cooperar en un escenario sin precedentes.
La pandemia fue, en teoría, el escenario ideal para demostrar la eficacia del multilateralismo. Un problema común que requería una respuesta coordinada y global. Sin embargo, la realidad fue muy diferente.
Según datos de 2023, mientras el 64% de la población mundial había completado su esquema de vacunación, países como Haití apenas alcanzaban el 2%, y Siria el 10% –evidenciando que la innovación científica no siempre garantiza equidad.
Sin embargo, la pandemia no fue el único desafío global de los últimos años. La escalada de conflictos bélicos, así como el auge de autoritarismos de derecha, han profundizado las fracturas geopolíticas. Según el Global Risks Report 2025, el 64% prevé un orden mundial multipolar o fragmentado, donde las potencias regionales establecerán sus propias normas, en lugar de un sistema global cohesionado. Sólo el 19% cree que habrá un realineamiento hacia un nuevo orden internacional liderado por una superpotencia alternativa, y apenas el 9% espera una continuación del orden basado en reglas liderado por Estados Unidos.
Lo anterior, se refleja en la creciente desconfianza hacia las instituciones internacionales. Sin duda, el auge del nacionalismo y el populismo ha llevado a varios países a adoptar políticas exteriores más aislacionistas, retirándose de acuerdos internacionales clave, como el Acuerdo de París. Este fenómeno ha llevado a una desglobalización parcial, donde los países optan por formar alianzas regionales o temáticas en lugar de seguir estructuras multilaterales tradicionales. Por ejemplo, el G20 y los BRICS han ganado relevancia, mientras que instituciones como la ONU enfrentan crecientes presiones para reformarse y adaptarse a la realidad actual.
Asimismo, la crisis climática sigue siendo un área donde el multilateralismo es crucial. Sin embargo, la falta de acción coordinada en este frente es alarmante. Aunque el 60% de los países que más emiten gases de efecto invernadero han considerado reforzar sus compromisos en esta materia, las acciones concretas siguen siendo insuficientes.
En ese sentido, la crisis climática es, quizás, el mayor desafío que enfrenta la humanidad, y requiere una respuesta multilateral sólida y coordinada. Según el mismo informe, el 69% de las personas dijo que el cambio climático influye en sus decisiones de vida más importantes, desde dónde vivir y trabajar, hasta qué comprar. Además, 6 de cada 10 personas sienten ansiedad por el clima, y 5 de cada 10 están más preocupados por el cambio climático ahora que el año anterior.
No cabe duda que a cinco años de la pandemia, el mundo sigue enfrentando múltiples crisis interconectadas. Y aunque la pandemia nos enseñó que, ante un problema común, la respuesta no puede ser fragmentada, la realidad actual sugiere que el multilateralismo está en una encrucijada, a pesar de ser una necesidad; pues lo contrario es simplemente insostenible.
- Consultor y profesor universitario
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