Cada simulacro va más allá de un simple ejercicio técnico, es el despliegue de una voluntad comunitaria y, por tanto también política y logística, aquel es revelador del grado de articulación institucional y social disponible en la capital del país.
Contra la probabilidad del desastre la certidumbre de la población preparada.
En la capital nacional la prevención ante sismos, por ejemplo, muestra un enorme avance desde aquel 1985, cuando la ciudad se derrumbó física e institucionalmente. La necesidad de conectar con la ciudadanía, insatisfecha hace 40 años por la mediocridad del entonces presidente Miguel de la Madrid, inhábil para el territorio como capaz de iniciar la siguiente generación tecnocrática en la penúltima administración del PRI.
Desde hace 20 años, los simulacros se han convertido en parte del calendario cívico nacional, y en la Ciudad de México han adquirido una dimensión casi ritual que mezcla memoria, pedagogía y política.
La capacidad del Gobierno capitalino para organizar estos ejercicios es una muestra de evolución administrativa iniciada con la ahora presidenta Claudia Sheinbaum y fortalecida con la jefa de Gobierno Clara Brugada.
Conexión asimilada por la secretaria de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil, Myriam Urzúa, en la convocatoria que sumó a cerca de 8 millones de personas y 20 mil 550 edificios, la mayoría de ellos establecimientos comerciales.
Una demostración de la capacidad interinstitucional para coordinar ejercicios fortalecedores de la cultura de prevención ante fenómenos naturales los cuales sabemos que ocurrirán pero ignoramos cuándo.
Coordinar a dependencias federales, estatales y locales —como Protección Civil, el C5, la Secretaría de Seguridad Ciudadana, la Fiscalía General de Justicia— exige una planificación meticulosa que va más allá de la retórica del compromiso.
El simulacro involucra también a escuelas de todos los niveles, a empresas con protocolos internos, a hospitales con rutas de evacuación, y a una ciudadanía que, aunque no siempre participa de manera homogénea, ha interiorizado la importancia del ejercicio. El simple hecho de que cada año miles de personas abandonen sus edificios, sigan instrucciones y colaboren con brigadas sin que medie una emergencia real es un logro por sí mismo.
Significa que existe un músculo cívico que, aunque se activa por momentos, ha sido construido con constancia.
La activación de los altavoces del C5 —una red de 27 mil 897 altavoces ubicados en 13 mil 992 postes— es sincronizada con la emisión de mensajes oficiales, la interrupción de transmisiones en medios públicos y el despliegue de cuerpos de seguridad en puntos estratégicos.
El efecto práctico a la mano, después de cuatro décadas, es una ciudad con espíritu de un peculiar cuerpo colaborativo y solidario.
@guerrerochipres
