En un país con tantos, tantos muertos por causa de la violencia, una de las cosas que deberíamos preguntarnos es cómo dar cuenta de eso, de que nos están matando. No es fácil responder. Con todo, es bastante evidente que hay cosas que no deberíamos decir. Al margen de que trabajemos en la radio, la televisión, los periódicos o las redes, nuestra materia prima es el lenguaje, y el lenguaje no equivale a la realidad, como quieren algunos filósofos mamones, pero nos permite entenderla. Hay, por eso, que tenerle respeto.

Por ejemplo, y sólo para empezar, no deberíamos referirnos a un asesinato, que es frente a lo que estamos, como a una “ejecución”. Esa palabra es propia del comunicado, el boletín, la rueda de prensa, la declaración oficial. Se entiende. Les toca, a los organismos oficiales, atenuar la realidad infame en que vivimos. Pero nosotros no somos organismos oficiales. “Ejecución” es una palabra con muchos significados, pero en general remite a una muerte digamos institucional. A un proceso, a un paredón. A eso: una cierta institucionalidad, aunque sea espeluznante.

El asesinato, que es lo que vivimos en México, es la irrupción impune, nihilista e inesperada de la criminalidad. A Ximena Guzmán y José Muñoz, la secretaria y el asesor de Clara Brugada, no los ejecutaron. La palabra adecuada es la dicha más arriba: los asesinaron. Por las mismas razones, tampoco deberíamos reproducir los tecnicismos jurídicos. Que las fiscalías o los ministerios públicos etiqueten la violencia mortífera como “homicidio doloso”.

Para nosotros, los ciudadanos de a pie, esas palabras no significan nada, y envuelven el horror en un tecnicismo grosero.

Ya que estamos, y puesto que vivimos en un país de carnicerías cotidianas, conviene también dejar de usar esa expresión aberrante, tonta y fea, de “multihomicidio”. Así como una ejecución y un homicidio doloso son, simplemente, un asesinato, un multihomicidio es una masacre, y masacres son las de los bares ametrallados no por un “comando”, sino por una banda de asesinos, como son masacres las de los campos de exterminio del crimen organizado, o las de las clínicas ilegales de desintoxicación, o las de los muertos a ráfagas en las banquetas por la banda rival o los delincuentes que recuerdan así que más vale pagar una extorsión.

Dirán que los asesinatos invitan a un cierto pudor. A respetar a quienes los sufrieron con un lenguaje no tan descarnado. Ante ciertas realidades; sin embargo, no hay un insulto más grande que el eufemismo.

 

     @juliopatan09

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2 Comentarios

  1. Una playera que diga "no hay un insulto más grande que el eufemismo"
    Lo cual también vale para estos tiempos en los que la gente, y sobre todo las instituciones, para no tocar sensibilidades, acaban siendo insensibles, por ejemplo, cuando les dicen a las mujeres que ya no son mujeres sino personas gestantes.

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