Justo platicaba el otro día con una persona que se dedica a traer restaurantes de renombre a México. Confieso que nunca me había imaginado que existiera este trabajo, pero lo que está claro es que el traer restaurantes de renombre a nuestro país implica muchísimo tiempo y, aún más, recursos.

 

Me contaba que es un proceso bastante complejo. Hay que empezar por identificar alianzas potenciales adecuadas para el mercado mexicano. Después, enamorar al restaurantero y convencerlo de los beneficios de casarse con el grupo de inversionistas. Posteriormente, una vez sorteados los enredos legales, así como las negociaciones de honorarios, servicios a prestar e inversiones, finalmente hay que implementar todo lo acordado. Esto involucra crear el concepto, diseñar la cocina y comedor, decorar y equipar todo el lugar. Además, paralelamente, hay que contratar y entrenar a todo el equipo tanto de cocina, como de servicio. Sin duda, hay grandes chefs que ya han reducido esta operación a una ciencia, vendiendo manuales detalladísimos que cubren hasta el más pequeño detalle de la operación. Otros, deciden venir por una temporada para afinar su nuevo bebé, conocer los ingredientes locales, la sazón del lugar. Sin duda, depende del chef y claro, del bolsillo del inversionista, cómo se implementa esta alianza.

 

Y me preguntarás, con razón, ¿por qué te cuento esto? Bueno, el fin de semana visité el J&G Grill, un concepto armado para los hoteles St. Regis por el chef Jean-Georges Vongerichten.

 

En Estados Unidos ya previamente han abierto el mismo restaurante en los hoteles de esta cadena de Deer Valley y Bal Harbour. En México, el chef abrió Market en Los Cabos, sobre el cual sólo tengo cosas buenas que decir. Es impresionante, como Jean-Georges ha extendido su imperio de restaurantes, que actualmente suman 35, distribuidos literalmente por todos los Estados Unidos, diversas Islas Caribeñas, Londres, Francia y hasta locaciones como China y Qatar.

 

Sin duda es muy triste cuando habiendo comido en varios de sus restaurantes y habiendo sido gran fan de este chef, tienes una experiencia terrible, que no tiene nada que ver con los estándares a los que te ha acostumbrado cuando visitas un lugar que lleva su nombre. No sé qué pasó, pero fue un verdadero fiasco.

 

Al llegar, el lugar estaba vacío y así se quedó mientras estuvimos ahí. De entrada, mi marido y yo, pedimos un vino blanco al mismo tiempo que nuestros alimentos. Como a los 10 minutos llegó nuestra entrada, un atún, pero la botella de vino no llegaba. Esperamos 10 minutos más con la entrada frente a nosotros esperando el vino. Finalmente el mesero llegó a nuestra mesa y nos dijo que la botella que habíamos solicitado no estaba fría por lo que serían aproximadamente 10 minutos más. Le pedimos que nos mostrara los vinos que tenía ya fríos. Trajo varias botellas a la mesa y cuando le solicitamos el precio de dos que nos parecieron eran las mejores opciones de maridaje, tuvo que correr por la carta de vinos para darnos el precio. Finalmente 25 minutos después de haber pedido el vino y nuestra entrada, pudimos saborearlos. El atún sin duda fue lo mejor de la tarde, un perfecto ejemplo de los platillos con toque asiático de Jean-Georges.

 

De segundo tiempo mi acompañante y yo pedimos cada uno, un Mero a la parrilla. Cuando llegó a la mesa, me sorprendió que las porciones de los dos platos eran diferentes y que además a mi acompañante le habían servido la parte de la cola del pescado, que normalmente se utiliza en otras preparaciones. El pescado venía servido en un plato sin chiste, lo cual era osado dada su presentación que denotaba que se había pegado al grill. Estaba sobrecocido y tal vez por eso, sabía poco fresco, por lo que me fue imposible terminármelo. Para acompañar pedimos un platón de hongos pambazo. Cual sería mi sorpresa que más que hongos pambazo, eran en su mayoría champiñones comunes y corrientes, ¡conté 3 pambazo! Sin duda, no hay nada peor que tratar de tomarle el pelo al comensal vendiéndole algo que no es. Salí del lugar con hambre, desilusionada y quedando invitada a no regresar, sobre todo cuando tuve que pagar por una entrada muy buena, dos platos fuertes mediocres, dos ordenes de verduras, aguas, vino (de los más baratos de su carta) y espressos, aproximadamente dos mil pesos. ¡Ya sé porque el lugar está vacío!

 

Sin duda me puso a pensar porqué invertirías tanto dinero en un restaurante y tendrías tan poco cuidado en el servicio, en la comida. Es una verdadera tristeza.

 

Todo lo contrario me pasó el día siguiente, cuando visité el San Angel Inn. Confieso que hace tiempo ya sentía que su cocina estaba cansada, que le hacía falta un poco de vida. Sin embargo, en mis últimas visitas, he visto una mejoría impresionante. Hasta me sorprendió ver nuevos platillos en su carta esta vez. El lugar, a la misma hora, estaba a reventar y el servicio fue impecable. El mole, una garantía siempre, venía servido sobre una pechuga de pollo perfecta. Por el mismo precio del J & G Grill, comimos 3 personas: 3 entradas, 3 platos fuertes, un pastel y tomamos una botella de champaña y dos tequilas. Sin duda, al ver lo maravillosa que resultó mi comida, entiendo porque el San Angel Inn sigue siendo lugar obligado para comer en el sur.

 

Más allá de traer a chefs famosos, en el San Angel Inn se concentran en servir buena comida, con un servicio impecable. Sin duda los inversionistas del J&G Grill podrían aprender varias lecciones de este clásico sureño. Con los ojos cerrados prefiero comer en un lugar en donde sirvan comida rica y me den buen servicio, sobre mal comer en un restaurante que lleva un nombre de un chef estrella.

 

Espero que tengas un maravilloso fin de semana y recuerda ¡Hay que buscar el sabor de la vida!

 

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J & G Grill

Paseo de la Reforma 439,

Col. Cuauhtémoc.

Tel. 5228-1935

 

San Angel Inn

Diego Rivera 50

Col. San Angel Inn

Tel. 5616-2222