Ayer, poco después de que la Cámara de Diputados aprobó la reforma laboral en lo general y particular, me llamó la atención leer una gran cantidad de mensajes vía Twitter con quejas en distintos tonos de sus autores de que esta reforma hará de México un país con más ambulantes, informales, y con obreros mal pagados.
No coincido con esas apreciaciones que son producto del desconocimiento tanto del contenido de la reforma como del mercado laboral del país y de una marcada ideologización. Lo anterior no quiere decir que concuerdo con todo lo aprobado ayer por los diputados, pero no tengo duda que esta reforma es un avance en el sentido correcto que rompe viejas inercias y que dará lugar a nuevos pasos en el futuro.
Me explico brevemente:
1. Cualquier legislación laboral regula derechos de los trabajadores en torno a su ingreso, a su jubilación, a los servicios de seguridad social y a su relación laboral con los empleadores. Todo esto tiene un costo que, generalmente, pagan el empleador y el Estado; así que mientras más alto se quiere llegar con esta legislación laboral, más alto también será el costo a pagar. Ello implica que el empleador debe dejar de invertir parcialmente para pagar el costo de la legislación laboral, si éste es muy elevado, será incentivado a buscar alternativas fuera de la costosa legislación laboral incrementando la informalidad en la economía. Así que las sociedades pueden elegir libremente el grado de sofisticación y cobertura de sus leyes laborales, pero deben tomar en cuenta que ello no es gratis, por lo que deberán calcular el costo que implica para su economía, especialmente porque se genera una economía paralela informal con trabajadores sin seguridad social, sin esquemas de jubilación, relegados del sistema financiero y sin reglas de protección para la estabilidad de su empleo.
2. La economía mexicana tiene un alto nivel de informalidad. De acuerdo a los datos oficiales, una tercera parte de la población ocupada labora en la informalidad y una de las razones -hay otras más- para que ello ocurra es que nuestra vieja ley laboral es costosa. Sólo hay que imaginar los interminables juicios por despido o el costo patronal de equivocarse en la contratación de un trabajador. Aspectos que han inhibido la necesaria multiplicación de pequeñas y medianas empresas formales en México y que ahuyentan la cultura empresarial.
3. La reforma recién aprobada por los diputados, si bien se quedó corta en una mayor rendición de cuentas sindicales como era lo ideal, tiene avances sustanciales en aspectos relevantes de la contratación y término de las relaciones laborales, en la regulación de las modalidades de outsourcing o en el acotamiento de los juicios laborales haciendo más previsible sus costos, sin menoscabo de los derechos laborales, lo que facilitará los futuros avances en la formalización de la economía. Incluso por primera vez, en mucho tiempo, las fortalezas inexpugnables en las que se habían convertido las élites sindicales, comenzaron a ser cuestionadas y debatidas públicamente ganando terreno la democracia y su urgente transparencia.
Los pendientes están identificados, pero esta reforma laboral es ya una barrena para derribar muros hasta hace poco intocables.
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