Se está gestando un gran impulso diplomático para el primer encuentro directo entre el presidente ucraniano Volodímir Zelenski y el ruso Vladímir Putin desde el inicio de la invasión a gran escala en 2022. No obstante, la incertidumbre domina sobre el lugar, el formato y la disposición real del Kremlin.
La iniciativa tomó fuerza tras la reunión del presidente estadounidense Donald Trump con Zelenski y siete líderes europeos en la Casa Blanca el 18 de agosto, apenas unos días después de recibir a Putin en Alaska. Desde entonces, Trump ha asegurado haber "organizado" un encuentro entre ambos, recordando que "se necesitan dos para bailar el tango". Incluso planteó que, si el intercambio bilateral Zelenski-Putin resultaba positivo, se sumaría para integrar una cumbre trilateral. Aun así, reconoció que el conflicto "podría ser imposible" de resolver si Putin se niega a negociar.
La sede se ha vuelto el eje de las discusiones. El equipo de Trump prepara discretamente Budapest como opción, amparándose en la cercanía del primer ministro húngaro Víktor Orbán con Washington y con Putin. Para Kiev, sin embargo, sería un terreno incómodo: Orbán ha bloqueado ayuda militar y la capital evoca el fallido Memorándum de 1994, que Rusia violó al desconocer las fronteras ucranianas. Putin propuso Moscú, lo cual Zelenski rechazó de inmediato.
En contraste, el presidente francés Emmanuel Macron impulsa Ginebra como escenario neutral, y el ministro de Exteriores suizo Ignazio Cassis confirmó que su país ofrecería inmunidad a Putin frente a la orden de arresto emitida por la Corte Penal Internacional en 2023 si asistiera a una conferencia de paz.
El Kremlin, por su parte, juega con la ambigüedad. El canciller ruso Serguéi Lavrov advirtió que cualquier encuentro debería prepararse "paso a paso", mientras Moscú rechaza a Suiza por su adhesión a las sanciones europeas. Para muchos diplomáticos, se trata de una estrategia dilatoria.
Pese a ello, los líderes europeos cerraron filas en Washington para reforzar la posición de Zelenski. Macron, el británico Keir Starmer, la italiana Giorgia Meloni, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, y la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, coincidieron en exigir garantías de seguridad sólidas antes de cualquier acuerdo.
La visión compartida es clara: si Putin coopera, podría alcanzarse un cese del conflicto; si no, quedará expuesto como el principal obstáculo, lo que abriría la puerta a sanciones más duras desde Occidente, incluso contra el comercio ruso con China.