La flamante casta dorada chaira, la cual no tiene absolutamente nada que ver con el lumpen que se conforma con su beca-ayuda bimestral, no odiaba los lujos y los excesos en los que se regodearon durante décadas los “malditos neoliberales golpistas”. Lo que en realidad odiaban era que ellos no podían gozar de los frívolos privilegios que acompañaban a sus adversarios políticos (tan distintos que se sienten y tan parecidos que son). Pero ahora que ya se adueñaron del poder y que (¡por fin!) se están despachando con la cuchara grande, no habrá fuerza alguna sobre la faz de la tierra que les impida vivir como siempre lo anhelaron.

Turismo cinco estrellas, notarías, joyas y vestimentas de diseñador, restaurantes tres estrellas Michelin, cirugías estéticas, prósperas empresas, casas y departamentos de lujo, jugosos negocios (con prestanombres y toda la cosa, para que nadie sospeche, eso sí) boletos en primera clase, pomposas colecciones de arte…

Sean todos bienvenidos a los tiempos estelares de la 4ª Transformación, donde la austeridad republicana y la pobreza franciscana solamente sirvieron como arenga y muletilla de campaña del santo patrono de las causas chairas, el sumo pontífice Andrés Manuel López Obrador, quien con su milagroso billete de 200 pesos nos enseñó que eso de multiplicar el pan y los peces era para novatos porque, a la luz de los acontecimientos y bajo las notas musicales del “¿Quén pompó?” de su paisano Chico Ché, no hay forma de explicarnos la gigantesca y grosera jauja de prácticamente toda su familia, principalmente la de sus cuatro vástagos (José Ramón, “Andy”, Gonzalo y Jesús Ernesto), quienes de la noche a la mañana se convirtieron en prosperísimos empresarios chocolateros y cerveceros que solían vivir modestamente pero que ahora tienen acceso a todos los lujos habidos y por haber: Casonas en Houston; vacaciones de gran turismo en destinos paradisíacos que no cuestan miles de pesos, sino millones; comilonas en restaurantes de haute cuisine (de México y el extranjero); extravagantes prendas de vestir (trajes, camisetas, bolsos, accesorios, tenis, mochilas, gorras, carteras, relojes, brazaletes…) que cuestan un verdadero ojo de la cara…

Pero no son los únicos: Los más recientes escándalos pusieron al descubierto que el camarada Gerardo Fernández Noroña y su séquito de aduladores aprovecharon al máximo la mascarada obradorista de la austeridad para acumular riqueza de la buena: Negocios e inmuebles en pueblos mágicos, vehículos machuchones, viajes en primera clase y todo con cargo al erario. ¡Total!, si la perrada descubre que vivimos como jeques es problema suyo, nuestros servicios como próceres del movimiento de la 4ª Transformación cuesta y cuesta caro. ¿Apoco no?

Y a la lista (que es kilométrica), exhibe a personajes como Manuel Bartlett, Olga Sánchez Cordero, Adán Augusto López Hernández, Rocío Nahle, Mario Delgado, Abelina López, Ernestina Godoy, Alfonso Romo, Yeidckol Polevnsky, Sergio Gutiérrez Luna, Irma Eréndira Sandoval, Arturo Ávila, los moneros de La Jornada, los clanes Alcalde Luján, Taddei, Gómez Concheiro, Batres Guadarrama, Torruco y hasta la exnoprimeradama Beatriz Gutiérrez Müller. Todos viven, comen, viajan y visten como verdaderos millonarios. Pero eso sí, aseguran que ellos ya eran ricos desde antes de llegar a la polaca. ¡Sí, cómo no!

Por eso, la próxima vez que escuchen a un político decirles que se encargará de combatir la pobreza es porque se está refiriendo a la suya.

Que conste.

 

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