Apuntaba alguien en redes que Robert Redford se había convertido, sobre todo y quizá sin quererlo, en un estandarte del cine independiente. Véase o no como una casualidad.
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El tipo nacido en Santa Mónica, California, oscarizado y grammyzado, recordado sobre todo por evocar la elegancia de aquello común, murió este día de septiembre a los 89 años.
El crítico de cine Alonso Díaz de la Vega apunta algo interesante. Dice que sí, habría que hablar de sus papeles, de su activismo, aunque el prefiere hablar de cuando estuvo cerca de él, porque "fue como ver un mar, o una tormenta". Es verdad: para hablar de figuras así no es necesario tentar a los registros, sino al corazón.
En 2019 vistió el Festival Internacional de Cine de Morelia. Recogió la presea a Excelencia Artística, aunque no le faltaba cosechar nada.
Eso es lo que uno pensaría. Sundance, festival del que fue fundador, no sólo se dice profundamente triste por su perdida, sino que:
"Más allá de sus enormes contribuciones a la cultura en general, extrañaremos su generosidad, claridad de propósito, curiosidad, espíritu rebelde y su amor por el proceso creativo".

Robert Redford, una carrera de gloria
Charled Robert Redford nació en agosto de 1936. Tras la muerte de su madre a causa de cáncer, vivió una vida símil a la de un poeta maldito en Italia y Francia. La pérdida su mamá fue la causa. Acaso la consecuencia de lo que vino más tarde.
Pese a no soñar con la actuación, tras ser actor secundario en varias cintas y triunfar en Broadway, vino su primera luminaria cinematográfica: Butch Cassidy and the Sundance Kid.
Luego vino El candidato, Las aventuras de Jeremiah Johnson, Tal como éramos y El golpe.
Imperturbable, siguió con Todos los hombres del presidente y Memorias de África y Peligrosamente juntos. Meryl Streep, Daryl Hannah y Debra Winger le acompañaron en el camino.
Consecuencia o destino, vino Sundance, que de escuela devino festival para mostrar el trabajo de sus alumnos. Fue el inicio sin fin de algo que no se apaga. Ser luminaria no es cualquier cosa.

Durante el nuevo siglo, su participación en el cine sólo se vio mermada en cantidad, que no en calidad. Incluso, fue parte del universo cinematográfico de Marvel. Su carrera le daba licencias para eso y mucho más. Entonces el cine era su vida, como lo fue siempre.
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El último premio que recibió fue el César Honorífico, en 2019. Un año antes, tras anunciar su retiro, participó en The Old Man & the Gun. No se desvaneció, porque su figura permanece ante su ausencia física. Pero pesará que la figura no lidere la revolución. Es septimo arte, sin Robert Redford, ha perdido un estandarte.