El plan de Los Angeles Dodgers marchaba a la perfección hasta el segundo juego de la Serie Divisional, ya que todo apuntaba a una barrida sobre los Philadelphia Phillies para avanzar a la Serie de Campeonato de la Liga Nacional. Pero los de Pensilvania tenían otros planes: mantenerse con vida para, de ser posible, alargar la serie, buscar la igualada y volver a casa a lograr lo impensable. Hoy, en California, palomearon la primera tarea.
Hoy Rob Thompson supo aprovecharse de la paupérrima rotación de lanzadores con la que Dave Roberts debe de sortear la postemporada. Las lesiones han hecho mella en la efectividad colectiva de los pitchers y del colectivo. Los marcadores, sobre todo para los momentos de cierre, han resentido las ausencias.
Aunque los dos primeros episodios transcurrieron sin aspavientos, con un Yashinobu Yamamoto haciendo lo debido en el montículo y ya con una mínima ventaja a su favor gracias al jonrón que Tommy Edman conectó por el jardín izquierdo en la parte baja del tercer episodio al relevo de Aaron Nola, Ranger Suárez, en la primera mitad de la cuarta entrada la historia dio un giro.
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El inicio del fin de la serie perfecta para Dodgers ante Phillies

Aún con el lanzador nipón en el timonel de la defensiva, el veterano Kyle Schwarber conectó una recta de cuatro costuras por el centro del diamante y conectó un cuadrangular por el jardín derecho hasta el segundo piso de las gradas del Dodger Stadium. Nadie pensaba que era el inicio del fin de la serie perfecta para los angelinos.
Mucho menos cuando el segundo tercio del encuentro transcurrió casi sin novedades. Por un lado, Anthony Banda y Jack Dreyer consiguieron el hold momentáneo en las entradas respectivas que lanzaron cada uno, pero no fue el mismo júbilo para el veterano Clayton Kershaw. Ránger Suárez, de lado de los Phillies, hizo lo propio en sus cinco episodios trabajados, aun con la carrera recibida por el jonrón de Edman que apenas si manchó un trabajo extraordinario.
Kershaw, que fue reactivado para la postemporada para ayudar a su equipo tras haber anunciado su retiro y jugado su último encuentro como local casi al fin de la temporada regular, se puso contra las cuerdas en sus dos entradas lanzadas. Basta ver los números: 6 imparables, 5 carreras anotadas, 4 carreras limpias, 2 bases por bola, 2 jonrones y 0 ponches.
El primero en recetar un vuelacercas de 407” al abridor, que hoy entró al quite como relevista, fue el receptor J.T. Realmuto, quien leyó a la perfección el slider de 86 millas que Kershaw buscaba colocar en la esquina baja de afuera. Encendió el parlante e inició la fiesta. Con dos en posición de anotar, el campocorto Trea Turner conectó la curva de Clayton por encima del segunda base e impulsó las carreras 5 y 6. El pitcher angelino, para entonces, sumaba ya 33 lanzamientos.
Schwarber regresó a terminar lo que comenzó
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Poco después, habiendo dado la vuelta a la novena, vino a batear el que inició todo: el mismo Schwarber. Nadie se imaginaba, sin embargo, que conectaría su segundo cuadrangular de la noche por el jardín derecho tras conectar la recta de cuatro costuras. Esta vez impulsó dos carreras. Para entonces, los aficionados de Los Angeles Dodgers ya se estaban retirando del estadio ante la inminente derrota ante Phillies. Ni siquiera ellos hoy tuvieron un poco viva la esperanza. Importó poco que faltaran los últimos tres outs para cambiar la historia.
Pero todo concluyó con la misma calma con la que inició el encuentro. Casi con la misma calma, al menos para los Philadelphia Phillies, que hoy rescataron la victoria y alargaron la serie para, una vez más, intentar igualar la hazaña de 2008, cuando vencieron a los Tampa Bay Rays para ganar el Clásico de Otoño. Respecto a Los Angeles Dodgers, quizá miren esto como un bache; saben que aún nadie podría darlos por muertos. Una derrota no significa, precisamente, una derrota. En el béisbol todo puede pasar.