En 2008, en medio de la más reciente crisis global, que provocó, entre otras cosas: reducción del crecimiento potencial de las economías, aumento del desempleo e incremento de la deuda pública, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) recomendaba a los países miembros resistir la tentación de reducir la inversión destinada a la innovación.
La estrategia incluía una serie de consejos a los gobiernos para que se revalorara a la innovación como palanca esencial para remontar la crisis y asegurar el futuro económico de cada país miembro. La innovación es la única inversión de largo plazo que puede hacer avanzar a un país hacia una recuperación sólida y hacerlo de modo creciente, sostenible y uniforme.
Sin embargo, en esas circunstancias, ¿qué pueden o deben hacer los gobiernos para motivarse a sí mismos, a sus unidades productivas y a sus empresarios, trabajadores y científicos a innovar más?; más aún, ¿cómo la inversión en bienes intangibles de largo plazo, como justamente lo es la innovación, pueden contribuir a enfrentar y remontar la crisis global y sus efectos regionales y nacionales?
Las recomendaciones de la OCDE han partido de una idea muy inteligente: si bien los recortes pueden significar un alivio de la crisis a corto plazo, en el largo aliento, la capacidad económica e incluso social resultarían afectadas si se soslaya una mayor inversión en innovación, de manera que se agravarían las secuelas de los grandes problemas mundiales, como cambio climático, pobreza, hambre, epidemias, migración.
Por un lado está la innovación como estrategia y por otro lo que los gobiernos pueden y deben hacer para valerse de ella y que sus efectos sean más consistentes.
De acuerdo con el Manual de Oslo, la innovación per se consiste en introducir en una organización un producto (bien o servicio), proceso o método de comercialización u organizacional nuevo o considerablemente mejorado.
Sin embrago, la innovación rara vez se da de manera aislada, sino que casi siempre resulta de una exitosa vinculación con el crecimiento económico, a través de múltiples factores como la productividad y las mejoras de la eficiencia.
La crisis y las recomendaciones que de ella ha derivado la OCDE han servido para destacar la necesidad de innovación como una forma de ofrecer nuevas soluciones. Pero también están aquellas estrategias que los gobiernos pueden hacer para atenuar el impacto de la crisis, como son: mejorar la eficacia del gasto e impulsar innovaciones en áreas como la educación, tanto la formal como la capacitación para el empleo; proveer de mejores mecanismos para que las instituciones públicas de investigación pueden cooperar a la generación de nuevos conocimiento que sirvan de base para la transformación tecnológica y la introducción de procesos innovadores en las ramas productivas, etcétera.
Derivado de tales estrategias, se realizaron diversos estudios transversales, y de ellos, el Foro Consultivo Científico y Tecnológico, AC seleccionó siete para editar su traducción al español, en conjunto con la sede de la OCDE en México para América Latina y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), este último, a través del fondo de apoyos institucionales.
El conjunto de títulos resultó en el documento Estrategia de Innovación; Empezar hoy el mañana, cuya presentación a la prensa se dará este jueves 22 de noviembre de 2012 en la sede del Centro de la OCDE en México para América Latina, en avenida Presidente Mazaryk No. 526 de la colonia Polanco. Esta presentación servirá de antesala a la que se llevará a cabo durante la Feria Internacional del Libro en Guadalajara.
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