De los recientes brincos generacionales se ha hablado de la cohorte que ingresó al ITAM en agosto de 1987 con margen de error de más menos un semestre, en particular, de los grillos que ensayaron la toma de poder a través del Consejo de Alumnos, el primer motor. Con enfática segmentación mucho se ha hablado de Ernesto Cordero, Luis Videgaray, José Antonio Meade, Virgilo Andrade, Raúl Murrieta, Jaime Gutiérrez, Alejandro Poiré, Pepe Yunes, Gerardo Cajiga, Hugo Félix, Luis Miguel Montaño, Andrés Conesa, Rafael Giménez, Alejandro Moreno y Guillermo Babatz, entre un grupo tumultuoso. Tampoco se ha hablado de la genialidad de Martín García Keller. Normal. De lo contrario no sería genio. Un cuarto de siglo ha pasado y el Consejo de Alumnos son varios Gobiernos Federales. Por ello, resulta injusto olvidar a sus profesores; a los inquietos del conocimiento.

 

Javier Beristain fue el economista que encontró la fórmula exitosa del ITAM: el binomio Economía-Estudios Generales. Los departamentos que durante muchos años se convirtieron en los pilares de la institución, y al mismo tiempo, en una ventaja competitiva toral respecto a otras instituciones. Como rector, Beristain fungió como un auténtico científico, parecido al biólogo que descubre la piel del conocimiento que la protege del viento de la ignorancia.

 

Beristain, a Jaime Gutiérrez le respondió que el ITAM no era un club social cuando el inquieto presidente del Consejo de Alumnos le solicitó infraestructura deportiva. Al siempre calor de la inmediatez en el que viven los estudiantes, la respuesta del rector fue gélida pero Beristain tenía razón. La merma educativa mexicana no estaba para canchas tipo Omnilife. Meses después mandó llamar a Jaime Gutiérrez para pedirle que pasara con el contador Rodolfo Cedillo (no Zedillo) para que platicara sobre las nuevas canchas de futbol y de tenis. Años después, sobrevivió la de futbol.

 

En las clases de Eco I, la mejor manera de entender el concepto de utilidad marginal decreciente la encontré en los textos de Javier Beristain. Cómo no comprender, que cuando uno va al Tizoncito el primer taco es magnífico, el segundo también pero no como el primero, y el tercero…queda muy lejos del primero. La utilidad marginal será negativa cuando, en el décimo taco, el antojo se haya revertido.

 

De Antonio Bassols se le agradece su humor inteligente, es decir, su ironía. En lo particular, le agradezco su siempre e indiscriminada capacidad de generar amistad. Lo invité, junto a Juan Carlos Belausteguigoitia, a participar en tertulias futboleras con Fernando Marcos y José Ramón Fernández en el auditorio Raúl Bailleres. La gran afición de Bassols por los Pumas es menor al conocimiento táctico que posee sobre el futbol. Los binomios, desde Batman y Robin, han sido claves en la historia. El de Antonio Bassols-Pedro Aspe, también lo es. En principio, creo, que de no haber existido Bassols, Pedro Aspe no hubiera estudiado economía y, al menos yo, no la hubiera entendido.

 

Marcelo Ebrad tuvo que haber invitado a Issac Katz a inaugurar los segundos pisos de pago en Periférico. Hizo bien en no hacerlo porque Katz no hubiera aceptado. Su visión liberal y su siempre critica implacable -por inteligente- sobre la burocracia, se lo hubieran impedido. Sin embargo, Katz utilizaba en clases, el escenario hipotético del cobro por conducir. Ni modo Issac, la burocracia tardó 25 años en comprender tus inquietudes pero al final la hipótesis se convirtió en realidad.

 

Pasan los años y Félix Vélez sigue siendo un estudiante. Existen profesores que se dejan mimetizar por los alumnos. Así le sucedió a Félix. Ni su aduana por Sedesol y Conapo lo hicieron cambiar. Su tema que le apasiona, el campo, hizo que Carlos Salinas de Gortari lo invitara para explorar el 27 Constitucional, la reforma agraria. Félix invitó a Ana Paula Gerard como a muchos a de sus brillantes alumnos y alumnas a trabajar al Gobierno Federal. En alguna ocasión, Jaime Gutiérrez invitó a Félix como jurado para determinar el ganador de un concurso de ensayo cuyo premio era viajar cinco días a un evento en la Universidad de Texas. Félix aceptó. Hugo Contreras ganó el premio en la licenciatura. A nivel de maestría, el ganador fue el entonces estudiante Felipe Calderón. El hoy saliente presidente reconoció en alguna ocasión, que su viaje a Texas se convirtió en su primera salida al extranjero.

 

De Silvano Espindola recuerdo tres aspectos: sus gráficas con trazos de arquitecto, su híper claridad para explicar los efectos Hicks y Slutsky y su afición por la Chivas. Como si hubiera salido de la pantalla del cine, Silvano parecía eso, un actor implacablemente bien vestido. Las alumnas de mi generación lo recuerdan mucho.

 

José Antonio Cerro no deja de enseñarme economía internacional los sábados que desayunamos café y croissant en una cafetería de Polanco. A pesar de que sea argentino, no deja de impresionarme que, de memoria, conozca los nombres de todos, repito, de todos los jugadores de futbol de su país que juegan no solo en Argentina sino en el mundo. Su caso es de concurso. Por su puesto José se encuentra orgulloso que uno de sus sobrinos ya juegue en primera división en Argentina. Le va al Boca y en México, ni modo, al Cruz Azul. Amigo entrañable. Como también lo es de Pedro Aspe.

 

Cuando me dio clases de Economía de la Empresa, Daniel Galindo portaba un reloj con la cara de Mickey Mouse. Si mi memoria no falla, su nieta se lo obsequió. De enorme corazón, los conocimientos de Daniel, y su facilidad para compartirlos, eran infinitos.

 

Nacho Trigueros, Magdalena Barba, Gerardo Jacobs, Alejandro Hernández y Gonzalo Hernández son otros nombres de economistas que impartieron clases por aquellos años. Quizá Alejandro y Gonzalo se encontraban estudiando el doctorado pero es probable que también se hayan encontrado en las aulas a los hoy políticos renombrados.

 

Sobre los profesores de Estudios Generales, en alguna ocasión les dediqué un artículo en El Universal. Y lo hice, porque me pareció que mucho se hablaba de Economía pero poco o nada de Estudios Generales. Vale la pena recordarlos.

 

Confieso que Carlos de la Isla, Alberto Sauret y Rodolfo Vázquez siempre me dan cátedra de amistad. Sauret murió pero su alegría es pedagogía de vida. Lo seguirá siendo. Hizo de un perro vagabundo, la única mascota no oficial del ITAM: Colmillo. Pocos como Carlos de la Isla para explicar la lectura: ¿Para qué los profesores?, escrita por Georges Gusdorf, en la primera sesión de Problemas I.

 

Rodolfo Vázquez tiene más de treinta años como profesor y siempre acude a las aulas como si fuera su primer día. Su paso como jefe en el departamento de Estudios Generales fue efímero y como tal, tendría que regresar. Ahora, en Derecho, sus colegas no lo querrían dejar ir.

 

Julián Meza era un provocador, y por lo tanto, su mejor arma era la lucidez. Murió al inicio de este año. Tuve la suerte de forjar una gran amistad con él cuando mi cubículo se encontraba en el segundo piso de Estudios Generales. Conversador intrépido. La literatura, su misión de vida y las letras francesas su mejor melodía.

 

Julia Sierra, Margarita Aguilera, José Barba, José Ramón Benito y Ramón Zorrilla, también fueron otros de los profesores que hacia 1987 llegaban a Rio Hondo para asistir a los salones especiales donde se impartían las clases de Ideas, Problemas e Historia.

 

Son muchos nombres los que faltaron por mencionar. Simplemente decidí optar por el binomio preferido de Javier Beristain: Economía-Estudios Generales. Entiendo que Ernesto Cordero me reclamará no haber mencionado a Rubén Hernández (gran amigo), Gustavo Preciado, José Luis Farah, Alberto Tubilla y Alberto Alonso. O que Rafael Giménez y Alejandro Moreno lo harían por Federico Estévez. O qué decir de Javier Gavito, mi profe de Finanzas Internacionales. Una disculpa a todos aquellos que no mencioné.

 

El ejercicio, en realidad, tuvo como objetivo rendirle un agradecimiento a Javier Beristain –quien falleció en 2009- por haber hecho del ITAM un auténtico campus de inteligencia. Al pasar de los años, pocos como los itamitas, tienen como bandera de orgullo la universidad en la que estudiaron.