El inicio de cualquier gobierno genera expectativas, negativas o positivas. El éxito depende, desde mi punto de vista, en una variación a dichas expectativas.

 

Hace un mes se llevaron a cabo las elecciones en Estados Unidos. Barack Obama logró reelegirse, sí, pero ya no fue un triunfo entusiasta y arrollador como el de cuatro años atrás. Las expectativas de 2008 eran mucho mayores que las actuales. Quizá ahora tenga mejores oportunidades que hace cuatro años, justo por esas expectativas que lo abrumaron.

 

En estos días comienzan dos gobiernos, el nacional, a cargo de Enrique Peña Nieto; y el de la capital del país, a cargo de Miguel Ángel Mancera. El primero ganó sin grandes expectativas, un margen cómodo, pero no abrumador; el segundo arrasó. Estos resultados, de entrada, perfilan bajas expectativas para Peña y elevadas para Mancera; creo que el presidente tiene más oportunidades de dar resultados (además de que fácilmente se contrastará con su predecesor, que terminó con el estigma de que las muertes violentas opacaron cualquier resultado).

 

Vicente Fox entró a gobernar hace 12 años con altísimas expectativas, las destruyó en un solo instante “Hola Ana Cristina, hola Paulina, Vicente y Rodrigo”. De Felipe Calderón no se esperaba nada. Cumplió con las expectativas. Tiempo atrás, con Carlos Salinas de Gortari, bajas expectativas, altos resultados y un gran entusiasmo hacia las elecciones intermedias.

 

En la Ciudad de México quizá quien más altas expectativas ha generado antes de Mancera,  es Cuauhtémoc Cárdenas. Sin embargo, su gobierno fue cauto, silencioso. No quiso construir un discurso de ciudad por sus aspiraciones a la Presidencia. Andrés Manuel López Obrador no generó grandes expectativas, al final dio un gobierno con un estilo propio que gustó a las mayorías, y la izquierda ha seguido creciendo en la ciudad desde entonces. Marcelo Ebrard no podía generar grandes expectativas por ser justamente el sucesor indirecto de López Obrador, los resultados fueron muy positivos, un gobierno que será recordado por muchas transformaciones en la ciudad.

 

Para Enrique Peña la palabra Expectativas no representa un problema grave. Los 12 años de gobiernos panistas incumplieron de tal forma las mismas, que con que el nuevo presidente haga un poco más habrá hecho bastante. Crecer más rápido, volver a atraer la inversión extranjera, reducir el número de homicidios, sacar adelante reformas estratégicas, terminarán siendo las políticas que catapulten al gobierno entrante con respecto a lo que se espera de él.

 

Por el contrario, en el Distrito Federal, si Miguel Ángel Mancera no arriesga, si se queda en el discurso, podría terminar con menos popularidad que sus predecesores. Haber ganado con casi dos tercios de la votación lo obliga a arriesgar, porque si no lo hace tendrá que cuidar cada paso que dé, lo cual terminará siendo más incómodo. Al final de cuentas, Marcelo Ebrard, en medio de sus transformaciones, fue contradictorio  y sus mayores méritos están en la zona central; si Mancera quiere cumplir expectativas, tendrá que abarcar mucho más que dicha zona.

 

Rudolph Giuliani decía en su libro Liderazgo, que una de las claves del éxito de su gestión fue no generar grandes expectativas. “Promete menos y da más” es uno de los capítulos de su libro, y en él habla de informar resultados, no intenciones. Lamentablemente entre los políticos mexicanos domina el discurso de Vamos a hacer (y cuando vienen las fallas, el discurso de justificaciones, como hacía Calderón, quien hasta a la luna llena culpó) No se han dado cuenta del potencial que guarda la discreción.

 

Gobernar bien, es un acto de propaganda política. Las buenas obras y acciones reportan ganancia política. Pareciera que no, que sólo es el contacto entre la población; el beso y el abrazo, los recorridos, el discurso, los baños de pueblo, entre otras estrategias, tal vez mantienen el voto, pero no juegan al crecimiento del líder.

 

No puedo más que desear que los nuevos gobernantes sobrepasen sus expectativas. Insito, Peña Nieto tiene un panorama fácil, considerando el nivel de frustración que generaron Fox y Calderón. Quien tiene mayor reto es claramente el Jefe de Gobierno, Migual Ángel Mancera, y por ello está obligado a seguir ganando terreno, jamás a perderlo.

 

@GoberRemes