La presidenta argentina está por festejar lo que será uno de los golpes letales contra los medios de comunicación críticos a su gobierno: diluir el poder mediático del grupo que edita el periódico Clarín, su enemigo. Sin contextualizar la batalla entre la presidenta de Gobierno y el Clarín, la medida resultaría plausible por la conversión lógica hacia un mercado no dominante. Clarín tiene más de 200 licencias de televisión por cable, donde posee el 58.61% de los suscriptores y también ocupa una parte importante en los espectros de radio y televisión analógicos. Sin embargo, la nueva ley no esconde el misil teledirigido a sus enemigos críticos.
La discrecionalidad es la prueba de ácido de los gobernantes. Cuando acuden a ella para atacar a los enemigos, el Gobierno devora al Estado. En la discrecionalidad se esconden los vicios naturales del ser humano; el suicidio del burócrata.
El gobierno de Cristina K es intervencionista y no actúa bajo la lógica del mercado ni mucho menos de la pluralidad. El mejor ejemplo lo encontramos en el mercado de divisas. El tipo de cambio peso/dólar, Cristina K, lo tiene maniatado afectando la cuenta corriente de la nación, y por ende, al comercio internacional; la manipulación de las cifras de inflación ha provocado que medios internacionales como The Economist dejen de publicarlas; intervino el mercado energético con la nacionalización (política) de Repsol/YPF y también intervino el mercado de la transmisión de futbol para ganar popularidad. En cuanto a la corrupción, su vicepresidente Antonio Vadiu licitó a favor de uno de sus amigos la emisión de papel moneda.
Las huellas de la discrecionalidad de Cristina K son muy claras en el mercado publicitario: en el primer cuatrimestre del presente año, el grupo mediático Veintitrés, cuyos dueños –Sergio Szpolski y Matías Garfunkel- son amigos de la presidenta, recibió 27.2 millones de pesos argentinos (73 millones de pesos mexicanos), lo que representa un 114% más de flujos recibidos respecto al mismo periodo del año pasado. El periódico de izquierda Página 12 también es de los medios consentidos por Cristina K. El crecimiento en la inversión publicitaria fue de 48%. A cambio, las críticas al gobierno de la presidenta desaparecieron desde hace tiempo. Con los amigos, tolerancia y abrazos, con los enemigos, discrecionalidad en la aplicación de la ley.
La nueva ley de medios que el viernes entrará en vigor en Argentina fue hecha a la medida de los enemigos de la presidenta Cristina Kirchner. Otra de las huellas que ha dejado Cristina K es la depuración del poder judicial ex profeso en el área que analiza el grado de constitucionalidad de la nueva ley de medios. Al juez Francisco De las Carreras lo demandó el gobierno de Kirchner por haber aceptado un viaje de una ONG a Florida. El gobierno no esperará resoluciones tardías del poder Judicial sobre la constitucionalidad de la ley. Lo que desea la presidenta Kirchner es que el primer minuto del viernes entre en vigor la nueva ley y, después, si los jueces quieren opinar, que lo hagan. Si el gobierno se come al Estado, no habría que asustarse por lo que suceda con el poder Judicial.
La ley fija para los medios privados de difusión nacional un tope del 35% del mercado en cobertura de televisión de aire y un 35% de suscriptores en televisión de cable, 10 licencias de radio, 24 licencias de televisión por cable y una de televisión por satélite. Las dosis no afectan a las empresas de sus amigos.
Los legados mediáticos de Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Cristina Kirchner van del control estatal al de los amigos pasando por la privatización. Cristina K quiere que sus amigos dominen el mercado mediático. Su estilo es el mismo del eje chavista. Cuando pensábamos que Rafael Correa se llevaba la medalla de oro por intolerante con el periódico El Universo, Cristina K, el viernes, le dará alcance. Lo que siga será parte de su manotazo.