El profesor Juan Carlos Belausteguigoitia le impartió clase de Economía IV. En la primera evaluación, el promedio del grupo no había sido malo. Un segundo después de que le entregara el examen, un silencio se hundió al fondo del salón: “José Antonio Meade, 12 de calificación”.
Su abuelo José Kuri Breña, escultor; su padre Dionisio, banquero y funcionario público priista; su madre María, pintora; su esposa Juana economista y pintora; tres hijos; tres hermanos y 21 primos de primer grado: es el núcleo familiar de José Antonio Meade. Conocido como cohesionador familiar, José Antonio nunca falla a las comidas con sus hermanos. Entre sus primos, relatan que de niño era uno de los más traviesos. Le gusta conducir su propio coche. Aficionado al cine y a la lectura, acude semanalmente a las salas cinematográficas y a las librerías.
Amigo-líder entre amigos, Meade abría su casa en la calle Arenal, en San Ángel, a los participantes de la planilla Dimensión 89 para bosquejar el gobierno del futuro inmediato. Más allá de las puertas, las catarsis económicas ocurrían al despertar de los días. La inflación, y no la temperatura ambiente, se convertía en la noticia omnipresente en todos los medios de comunicación. Era la época de los Pactos para la Estabilidad y el Crecimiento Económico; de los pasos de Cuauhtémoc Cárdenas y Pedro Aspe sobre el camino bifurcado de los modelos económico y político; pero sobre todo, era el tiempo de la planilla Dimensión 89.
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Jaime Gutiérrez, Jorge Alum, Abraham Zamora y el propio José Antonio Meade realizaban los bocetos de la planilla porque se pensaban en el gobierno del Consejo de Alumnos del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). En la administración anterior, el gobierno de Virgilio Andrade había contado con una sola vicepresidencia. En la de 1989, había que ampliar el espectro. Demasiados líderes no cabían en una estructura sumamente angosta. Así que, en consenso, los asistentes a la casona de Arenal decidieron ampliar el número de vicepresidentes a dos, cargos que serían ocupados por Jorge Alum y Abraham Zamora. Como presidente se lanzaría Jaime Gutiérrez, y como coordinador general José Antonio Meade. Pero la meritocracia que surge del ánimo por competir, obligó a la creación de una tercera vicepresidencia: la de Francisco González, el hoy embajador de México en Alemania.
Tres planillas intentaron detener los sueños de aquellos jóvenes universitarios: la encabezada por Alejandro Ríos Camarena y Gerardo Cajiga, la de Manuel Paz y la de Eugenio Madero. La noche de la victoria de Dimensión 89, Hugo Félix hacía llamadas telefónicas a la una de la mañana a varios de los integrantes de la planilla ganadora que no se encontraban en las instalaciones del ITAM, quizá, porque al día siguiente tendrían examen de siete de la mañana.
El ritmo de la administración de Dimensión 89 fue tan trepidante que, un año después, José Antonio Meade tuvo la intención de convertirse en presidente a través de una nueva planilla. Luís Videgaray, Ernesto Cordero, Luis Miguel Montaño, también. Las negociaciones fueron largas, y quizá desgastantes. Por si fuera poco, José Yunes y Guillermo Solomon también querían prolongar su estadía en el gobierno del Consejo de Alumnos. Al final, José Antonio Meade y Luis Videgaray desistieron del objetivo y la dupla Montaño-Cordero ganó las elecciones.
José Antonio Meade junto a Luis Videgaray, Abraham Zamora y Jaime Gutiérrez, instauraron la costumbre de estudiar dos carreras de manera simultánea. Si el ITAM fortalecía el músculo técnico, en la UNAM hacían lo propio pero con el músculo social.
Funcionario público
José Antonio Meade comprendió que la vida plena es la suma de complementos. Para él, la amistad es el principal. Su piel empática y su auténtico y fino trato con los congresistas le ayudaron a confirmar que los equilibrios de poder son la esencia de la democracia. Meade se acerca a ellos, los escucha, y posteriormente conversa. Su espectro de amistades irrumpe las fronteras generacionales: de Luís Videgaray a Augusto Gómez Villanueva pasando por Ignacio Vázquez, Jaime González Aguadé, Juan Manuel Valle y una decena de gobernadores, senadores, diputados y jueces de la Suprema Corte.
Después de haber trabajado en la Consar y el IPAB, en los tiempos del presidente Zedillo, Meade pasó a la Dirección General de Banca y Ahorro en la secretaría de Hacienda durante el sexenio de Vicente Fox. Fue el creador de Financiera Rural en 2002.
Al inicio de la administración del presidente Calderón, fue coordinador de asesores de Agustín Carstens en Hacienda; después se convirtió en secretario de Energía y concluyó el sexenio siendo la cabeza máxima de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Durante toda su trayectoria como funcionario público, Meade no ha cambiado de hábitos.
José Antonio Meade hizo de las reuniones de Arenal una costumbre. Ahora, la sede cambió a Chimalistac, pero la esencia es la misma de aquellos tiempos. Por su casa han desfilado grandes personajes como Javier Beristain, Isaac Katz, Ricardo Samaniego o Luis Cerda.
Dos días antes de las elecciones presidenciales de 2006, Meade invitó a su casa a un grupo de especialistas y amigos para escuchar opiniones y razones sobre los candidatos: ¿Obrador o Calderón?, preguntó Meade a cada uno de los asistentes.
No es sorpresiva la presencia de José Antonio Meade en la administración del presidente Peña Nieto; su presencia no es un acto caprichoso de su amigo Luis Videgaray. Los méritos de Meade lo han colocado, de manera estratégica, en una de las secretarías clave del actual sexenio: Relaciones Exteriores.
Por muchos años, el paradigma postrevolucionario y del crack económico determinaron que las secretarías de Gobernación y Hacienda se convirtieran en las más importantes. Hoy, la mayor parte de la población lo sigue pensando. Sin embargo, en el siglo XXI, la Secretaría de Relaciones Exteriores es llamada a convertirse en la principal, de lo contrario, el país no encontrará solución a una de sus enfermedades silenciosas y dañinas: el etnocentrismo. Esa es la tarea que tendrá que desempeñar José Antonio Meade: convertir a la SRE en un órgano multidisciplinario que abreve en la sociedad una visión geocentrista.
Virgilio Andrade define a José Antonio Meade como el modelo contemporáneo de político. No se equivoca. Su espectro de conocimientos es múltiple. Rara avisen el sector público. Auténticamente encaminado a ser el verdadero secretario de la transición, del etnocentrismo al geocentrismo.