Una luz amarilla se encendió el viernes pasado como para advertirle al nuevo equipo económico del gobierno de Enrique Peña Nieto que deberá irse con tiento.
La advertencia desde el Fondo Monetario Internacional se publicó el mismo día en que el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, entregó el Paquete Económico 2013 al Congreso, como para aplacar cualquier estela de triunfalismo recordando que México, al igual que un puñado de economías emergentes, no tienen el futuro inmediato ascendente asegurado mientras que exista una serie de graves riesgos que las economías desarrolladas no han podido sortear.
El documento del FMI, que es una especie de análisis de riesgos sobre la economía mexicana en el que se argumenta la renovación de la línea de crédito que el gobierno mexicano tiene contratado con la institución financiera multilateral, si bien reconoce la fortaleza macroeconómica del país y el buen manejo de las políticas públicas para mantener la estabilidad, también enfatiza los riesgos a los que se enfrenta y que se han intensificado en los últimos meses.
Las decisiones de políticas por parte de los gobiernos y las autoridades en la zona euro han sido insuficientes como para aplacar a los mercados y la incertidumbre sobre la deuda y la política fiscal en Estados Unidos puede lastimar seriamente el crecimiento mexicano inmediato. Y, entre otros, el FMI menciona dos factores de transmisión de riesgos relevantes para México: El primero es la presencia preeminente en el sistema bancario local de los dos grandes bancos españoles, Santander y BBVA, a través de subsidiarias en el país a pesar que estos riesgos se han logrado contener a través del modelo de subsidiarias implementado en México.
Y el segundo factor de riesgo a destacar es el fuerte crecimiento en los últimos años de la deuda gubernamental, privada y de inversión de capital en manos de extranjeros. En los últimos tres años el saldo de inversión de cartera extranjera en México se incrementó 80%, desde los 200 mil millones de dólares a mediados de 2009, hasta los 355 mil millones a mediados de este año; esto es 30% del PIB mexicano. En particular, la deuda gubernamental en manos de inversionistas extranjeros pasó de 20 mil millones a 110 mil millones de dólares en ese mismo lapso, 70% del total de las reservas internacionales del país, lo que constituye “una significativa fuente de riesgo ante escenarios externos adversos” hacia los próximos meses.
El análisis de riesgos del FMI para la economía mexicana cuantifica los efectos que tendría en la balanza de pagos de México la ocurrencia de un escenario global de riesgos externos, con impactos por 73 mil millones de dólares en 2013 y por 80 mil millones de dólares en 2014. En este escenario -calcula el FMI- precisamente las mayores salidas de capital para 2013 se darían en la inversión extranjera con bonos soberanos de México (30 mil millones de dólares) y salidas de inversiones de portafolios de mexicanos (21 mil millones de dólares).
A decir verdad, el diagnóstico de estos riesgos no son una novedad para México pero bien vale la pena que tanto los políticos como los diseñadores de políticas públicas los tengan presentes para evaluarlos y tomar acciones. De allí, también, la importancia de remover los frenos internos al crecimiento económico con tiento, pero con prisa.
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