Dicen que los mayas presagiaron el fin del mundo. Y que nos quedan cuatro días, nomás. Pero lo que no dicen es cómo vendrá el apocalipsis, en concreto. Nadie aclara si llegará como lluvia de meteoritos, como terremotos y ríos de lava, como invasión de ovnis o mediante un holocausto zombi. Son tantas las posibilidades que sólo un gran y poderoso gobierno tendría los recursos para combatirlas. ¿Será tal vez el gobierno de la Ciudad en Movimiento? ¿Qué tan preparada está la capital de México para el Armagedón?

 

—No, nosotros no tenemos planeado ningún operativo el día 21, no sabemos nada. Es que mire, yo estoy aquí en la delegación, pero son otros los compañeros que andan en “el perímetro”, en las patrullas, pues —afirma el policía al que le hacemos la pregunta, el oficial Édgar M., a las puertas de la delegación Cuauhtémoc.

 

—No nos han dicho que vaya a pasar nada, pero nosotros tenemos un entrenamiento. Sabemos reaccionar para el bien de la ciudadanía —explica el oficial, muy dueño de sí, oteando el horizonte.

 

Tiene sentido. Tal vez él no sepa nada por precaución de los altos mandos. O tal vez sepa y, noblemente, no quiera alarmar a la población. Así que a buscar a sus jefes.

 

—¿Cómo que se acaba el mundo? ¡No me diga eso, pues si es mi primer año acá! ¿Ni un aguinaldo voy a recibir? —cuestiona entre risotadas una voz femenina, en el teléfono que me han dado de la Secretaría de Gobierno del Distrito Federal (la actual administración entró apenas el 5 de diciembre pasado).

 

—No, mire. Es que a ver, piense, hasta contradictoria es su pregunta: si el mundo se acaba, ¿para qué nos prepararíamos? —diserta.

 

Hay que admitir que tiene un punto. Pero, hombre, alguna luchita habría que hacerle. Tal vez la Secretaría de Seguridad Pública sea la indicada.

 

—Si quiere le busco a un funcionario que quiera hablar del tema, pero con todo respeto le comento que va a estar complicado —puntualiza la susodicha. Y claro que estará complicado, como que estamos hablando del apocalipsis.

 

Del otro lado del auricular, escucho la voz de Julio Iver, subdirector de Difusión de la Secretaría.

 

—Perdón, no entendí de qué quiere preguntarme.

 

—Sí, ¿el gobierno del DF tienen algún programa para enfrentar un desastre como el fin del mundo?

 

Tras algunos segundos, enuncia:

 

—Sí hay un protocolo específico (¡gracias a Dios!). Tenemos algo que se llama PAP, que significa Programa de Apoyo a la Población. Primero, nosotros hacemos un sobrevuelo con helicópteros, para hacer un reconocimiento macro. Después de la evaluación entra la policía en tierra, mediante el sistema de cuadrantes que instauró el señor Manuel Mondragón, desde la administración pasada. Y entonces los agentes hacen un reconocimiento micro, y ya dependiendo de lo que veamos mandamos a Protección Civil.

 

Ok. Así que paramédicos y bomberos serán los últimos héroes defeños. La persona ideal para abundar en el tema, entonces, es Miguel Elías Moreno Brizuela, secretario de Protección Civil en el gobierno de Marcelo Ebrard, y actual jefe de la oficina de Miguel Ángel Mancera.

 

—Si me permites una opinión, los mayas no hablan de destrucción, sino de cambio. Los mayas hablan de que viene un milenio de luz.

 

Metafísica ilustrativa, sin duda. Aunque poco útil para un mundo agonizante. Así que mejor le hablo a aquellos que siempre han traído consuelo en los desastres, de la Ciudad de México y del mundo: Los Topos.

 

El señor Fernando Álvarez, de ese grupo de rescatistas, toma la bocina:

 

— Estamos preparados para inundaciones, deslaves y hasta para un temblor de 8.2 grados; pero si es el fin del mundo, no. Hay protocolos para los desastres más recurrentes, pero para algo extraordinario como eso que dice, pues no hay.

 

Auch. La situación pinta poco halagüeña si ni siquiera Los Topos están preparados. Pero la esperanza muere al último.

 

—Bueno, ¿y alguna recomendación que pudiera dar a la gente?

 

—Mmm. Pues mantener la calma. Y ver qué sucede.

 

 

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