Si la imagen de Berlusconi se procesa en los quirófanos de la televisión, se puede decir que el 90% de la población italiana considera que Berlusconi es una serie de televisión de varias temporadas. Cuando el final está por llegar, una nueva temporada es lanzada al mercado. Ahora, la nueva, contiene dos ingredientes: su posible regreso al frente del gobierno italiano y su nuevo matrimonio. En los periódicos la penetración de la marca Berlusconi disminuye al 60%. Existen cuatro periódicos independientes: La Repubblica, Corriere della Sera, La Stampa y el financiero, Il Sole 24 Ore. Entre ellos, únicamente La Repubblica es anti berlusconiano. Berlusconi enfoca su atención en el Corriere y La Stampa, cuyos lectores son moderados de clase media y media alta, que acuden a las urnas a votar por partidos centristas, es decir, los que deciden la formación de gobierno; dichas cabeceras forman opiniones en la clase media italiana, así como en círculos industriales y políticos.

 

Durante el segundo lustro de los 90, el Corriere y La Stampa fueron cooptados por Berlusconi. El Corriere tuvo un capital accionario potente, económicamente hablando. A la cabeza, Gianni Agnelli con Fiat a sus espaldas y en sus costados, Marco Tronchetti Provera, dueño de Pirelli y Telecom, y Luciano Benetton, el creador de la famosa tienda de ropa y administrador de autopistas. La distancia editorial con Il Cavaliere era sólida pero no duradera. La corrupción que acompañó a Berlusconi desde el primer día de su gobierno vulneró las direcciones de los periódicos. Sus aliados –porque eran suyos, de amigos o de clientes- Il Giornale, Il Tempo, Il Messaggero, y decenas de periódicos regionales como la Gazzetta del Mezzogiorno, se quedaban con la demografía desinteresada por la política de los partidos tradicionales.

 

Reconocido como el hombre tele, Berlusconi le dio a la clase media las armas para liberarse de la opresión asfixiante de los viejos partidos políticos y, sobre todo, de la televisión oficial RAI.

 

Berlusconi inventó el mercado de la publicidad en la televisión. Es un misionero de la publicidad. En los años setenta la RAI no aceptaba publicitar comida para perros y gatos. Las presiones de los comunistas y de la democracia cristiana así lo decidieron. Tampoco se veían en las pantallas los desodorantes porque no querían revelar que los italianos sudaban; qué decir de los pañales frente a los refinados y educados bebés que no mojaban su ropa. La vida era bella sin publicidad. Berlusconi le dio un vuelco a las leyes. Esa fue su costumbre y nunca cambiaría; es el alter ego del italiano que desea defraudar al fisco, a las leyes que le imposibilitan su crecimiento personal, pero sobre todo, de toda una generación que detestan a las ideologías políticas.

 

Años atrás el empresario Berlusconi convenció a banqueros para que le financiaran proyectos inmobiliarios: Milán 1 y Milán 2. Este último, construido en el pueblo de Sagrate, cerca del aeropuerto de Linate (el menor de los dos aeropuertos que existen en Milán), es una copia de una zona urbana estadunidense: zonas verdes, video vigiladas y lejos del centro. Berlusconi compró los terrenos muy baratos porque una externalidad negativa así lo obligaba: el aeropuerto provocaría severas molestias a los residentes de Milán 2, sin embargo, la amistad de Berlusconi con políticos de la democracia cristiana lograron cambiar las rutas aéreas para que los futuros residentes no tuvieran dudas en la compra de sus casas.

 

Los momentos sinceros de Berlusconi ocurren cuando habla de mujeres: “pensar en la cantidad de mujeres, que ahí afuera, querrían acostarse conmigo, y yo no lo sé; la vida es un problema de comunicación” (El saqueo de Roma, Alexander Stille, editorial Papel de liar). Hace algunas horas, Berlusconi anunció que se casará con su novia Francesca Pascale; es claro, el último ciudadano Kane quiere gobernar.

 

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