La Teresa está triste, ¿qué tendrá la Teresa? Pues que compró un seguro de vida. Y el mundo se acaba se tres días.
Lo adquirió en agosto pasado, cubría todo 2013 y ya lo pagó, en su totalidad. La cuestión es que ya no le va a dar tiempo de morirse; o sea, de morirse y cobrarlo. De que lo cobren sus familiares, me refiero. Ustedes comprenden.
Teresa es una ejecutiva de una trasnacional alemana asentada en Morelia, Michoacán. La ascendieron hace poco, y la vida marchaba lo suficientemente dichosa como para pensar en un mejor futuro.
Pero ¡ay de Teresa!, no contaba con los mayas y su profecía apocalíptica (o la profecía que dicen que emitieron los mayas). Los agoreros afirman que el mundo se acabará este 21 de diciembre, y eso le da poco margen de maniobra a Teresa. Ya no digamos para cancelar su seguro, sino para vivir.
—Lo compré porque me dijeron que estaba barato, me lo recomendó mi esposo [esposo que también perderá la inversión]. Y, como los dos niños ya tenían los suyos, me decidí para estar todos asegurados [uno como sea, ¿pero y las criaturas…?].
—¿Y se sienten seguros? —le pregunta 24 HORAS, por chat.
—Pues estos tres días, sí (y a continuación escribe: L. L.).
—¿Qué pensaba al comprar su seguro, no había escuchado del fin del mundo? —se le insiste.
—Sí, pero una nunca piensa que algo así vaya a pasar de verdad. Lo que sí es que habría estado mejor comprarlo después, por si no pasa, ¿no? (y de nuevo caritas pesarosas, que suele escribir por pares).
—¿Y lo del fin del mundo se lo comentó al vendedor?
—No, pues ni yo le dije ni él me dijo (caritas de esas).
Eso es un tema: ¿las aseguradoras no deberían informar de los riesgos a los compradores?
—Pues mire: estas empresas sí deben informar al consumidor, pero más bien los detalles del contrato. Son los usuarios los que generalmente tienen que decir sus problemas y riesgos de salud a las empresas —me explica un amable empleado de la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef).
—¿Así que sería el cliente el obligado a informarles del fin del mundo?
—Pues, dicho así... pero no, no funciona de ese modo.
Tras varios intentos a diversas aseguradoras, por fin se encuentra un trabajador dispuesto a responder telefónicamente las interrogantes que despierta el apocalipsis.
—¿Qué pasa si el beneficiario de un seguro también muere? —se le pregunta, tras los saludos de rigor.
—Mire, el asegurado determina a todas las personas que quiere que se les reparta el monto asegurado. Si alguno de los beneficiarios ya ha fallecido se da una nueva repartición de acuerdo con los criterios del contrato.
—Sí, bueno, ¿pero si todos los beneficiarios están muertos? O sea, si estamos hablando del fin del mundo…
—Pues mire, cada caso se ve por separado, pero siempre en beneficio del cliente. Nosotros pagamos en todas circunstancias, señor.
—¿Ustedes informan a sus clientes de todos los riesgos relacionados con un seguro de vida?
—Sí, señor, cualquier duda es respondida a satisfacción del cliente.
—¿Han informado a sus compradores de seguros de vida que, posiblemente, se acerca el Armagedón?
Después de repetirle la pregunta, responde:
—Nosotros ofrecemos productos y tarifas de acuerdo con un análisis de riesgos que realizamos con cada producto.
—¿Y consideraron el apocalipsis como un riesgo?
—No se lo sabría decir, señor, los análisis los hace otro departamento.
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