GUATEMALA. Los mayas se han puesto de moda gracias a la celebración del 13 B’aktun, el inicio de una nueva era pronosticado en el calendario de larga cuenta de esa ancestral civilización, pero los indígenas guatemaltecos, sus descendientes directos, siguen olvidados, excluidos y marginados.

 

Este 21 de diciembre, cuando concluye el período de 5 mil 200 años que los antiguos mayas determinaron como el inicio de una nueva era para la humanidad, las principales autoridades del país, encabezadas por el presidente Otto Pérez Molina, conmemorarán la fecha en una suntuosa ceremonia en el centro arqueológico de Tikal.

 

Miles de turistas extranjeros, más de 200 mil según los cálculos del Instituto Guatemalteco de Turismo, presenciarán los actos y ceremonias religiosos, científicos, sociales y espirituales que se han programado para la ocasión, en los trece centros sagrados de la cultura maya dispersados por todo el país.

 

Aunque los sacerdotes, ancianos y guías espirituales mayas serán quienes dirijan las ceremonias religiosas y tengan a su cargo las actividades místicas y filosóficas que darán la bienvenida al Oxlajuj Ak’abal, el “nuevo amanecer”, los indígenas de a pie, marginados, pobres y discriminados, no tendrán cabida en esos sitios.

 

Los más de seis millones de dólares que el Gobierno guatemalteco ha destinado a la celebración del 13 B’aktun se han invertido en atraer a los turistas extranjeros y en las celebraciones oficiales de la fecha, y no en motivar la participación de los indígenas, que según cifras oficiales representan más del 42 por ciento de los 14 millones de habitantes de este país centroamericano.

 

El Consejo del Pueblo Maya de Occidente, que aglutina a decenas de organizaciones indígenas del país, calificó en un comunicado de “indignante” la forma en que el Gobierno y el sector empresarial han “folclorizado” y “mercantilizado” la fecha, propiciando interpretaciones inadecuadas de la cosmovisión maya.

 

Tanto, que a nivel mundial los mayas se han puesto de moda en estos días no por los importantes avances que alcanzaron en astronomía, medición del tiempo y arquitectura, sino por las erróneas y catastróficas interpretaciones que relacionan al 13 B’aktun con el fin del mundo.

 

Pero sobre las deplorables condiciones de vida de los indígenas guatemaltecos se habla poco fuera y dentro de este país, al menos durante estos días.

 

El racismo y la discriminación que sufren los descendientes de los mayas, la pobreza que padecen más del 73% de éstos, la falta de tierras para cultivar sus alimentos o la escasez de servicios de salud y educación que padecen no suelen ser tema de discusión en la dominante sociedad ladina, como llaman a la de los no indígenas.

 

Por más de quince años, el Parlamento se ha negado a aprobar una Ley de Lugares Sagrados de los Pueblos Indígenas, destinada a garantizarles el derecho a usar, conservar y administrar los sitios del país que son considerados “sagrados” según su espiritualidad.

 

Tampoco la Ley de Desarrollo Rural Integral, que sentaría las bases para permitir a los millones de indígenas y campesinos pobres y marginados superar las paupérrimas condiciones de vida en que se encuentran.

 

Quizá en la nueva era de la humanidad, que según el calendario maya de larga cuenta comienza el 21 de diciembre, las cosas vayan mejor para los descendientes guatemaltecos de esa ancestral cultura.