La madre de Adam Lanza era una de decenas de millones de estadounidenses que poseen un arma de fuego. Ella tenía legalmente un fusil Bushmaster calibre .223 y un par de pistolas, que su hijo de 20 años usó para asesinar a 20 niños y seis adultos en sólo 10 minutos dentro de una escuela primaria en Newtown, Connecticut.
En la cruda secuela de la segunda peor matanza en una escuela de Estados Unidos, una gran cantidad de aficionados a las armas de fuego complican el análisis de la cultura de posesión de armas, la cual los detractores, en ocasiones de manera simplista, atribuyen a un poderoso grupo de cabildeo y a fanáticos.
El número de civiles que cuentan con armas de fuego en Estados Unidos es mayor que en cualquier otra parte del mundo. Yemen se ubica en un alejado segundo lugar, de acuerdo con el Sondeo Sobre Pequeñas Armas de Fuego realizado en Ginebra.
Desde la matanza en la primaria en Newtown, el presidente Barack Obama ha pedido propuestas para reducir incidentes violentos con armas de fuego que pueda presentar ante el Congreso en enero, y pidió a la Asociación Nacional de Portadores de Armas (NRA, por sus siglas en inglés), la organización a favor del derecho a la portación de armas más poderosa del país, que se una al esfuerzo.
Las leyes sobre armas de fuego en Estados Unidos varían de un estado a otro —por ejemplo, desde el mes pasado es legal portar un arma de fuego en público en Oklahoma_, y son defendidas por una industria bien fundada y la NRA. El viernes, la NRA rompió una semana de silencio tras la matanza en Connecticut y propuso la asignación de voluntarios armados en escuelas públicas, lo que generó críticas de todas partes.
Pero en Estados Unidos, los defensores del control de armas han tenido que enfrentar a un numeroso bloque de estadounidenses promedio para los que las armas de fuego son simplemente parte fundamental de sus vidas, ya sea por patriotismo o una sensación personal de seguridad, o simplemente como pasatiempo.
El gobernador de Texas, Rick Perry, que públicamente aseguró haber matado un coyote mientras trotaba con una pistola enfundada en su ropa deportiva, ha firmado media decena de certificados que nombran a Smith uno de los mejores tiradores del estado.
Dave Burdett, que posee una tienda de artículos para actividades al aire libre justo del otro lado de la acera del creciente campus de la Universidad Texas A&M en College Station, dijo que su afinidad por las pistolas está arraigada a la historia, no al deporte.
un grupo de niñas de entre 13 y 14 años, que se llaman a sí mismas “The Pink Ladies” (Las Damas de Rosa), que disparan contra un blanco con fusiles de alto poder. También recuerda haber platicado con australianos, cuyo país prohíbe las armas de fuego, que le dijeron, “nos encanta disparar, por lo que vamos a ir a Estados Unidos”.
Otros agregan la seguridad a la lista de razones para que se permita a las personas acceder con facilidad a armas de fuego.
“Para mí resulta obvio: mientras más personas porten armas de fuego, o al menos tengan en sus hogares, más se reduce la comisión de delitos”, dijo Bill Moos, un taxidermista del pueblo de Bryan, cerca de College Station. Moos, que tiene más de 30 armas de fuego, puede ser visto todas las mañanas rondando en su rancho de cerca de 16 hectáreas (40 acres) acompañado por sus perros y con una escopeta colgando del hombro.