Ocurría de manera modesta. Un pequeño módulo -mesa bajo un toldo blanco con las siglas del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) seguida por la frase “La esperanza de México”-, aguardaba en la bocacalle de Madero al Zócalo a los primeros ciudadanos en afiliarse a éste que busca ser un nuevo partido; el que desea “el cambio verdadero”, a decir de Andrés Manuel López Obrador.
Hacia las 11 de la mañana, hora en que se esperaba el arribo de AMLO y arrancaría la campaña de afiliación, eran poco más de 70 los que hacían fila, credencial de elector en mano, para registrarse. Gente mayor los más, como Graciela Lobos, profesora universitaria jubilada; Rosa María Rangel, secretaria, jubilada; María Cristina Morales de Sánchez, licenciada en educación primaria y escolar, jubilada; María Concepción Muñoz Serna y su esposo, tianguistas; Cuauhtémoc Nájera, de 72 años, agente de seguros. Y así por el estilo.
Pero todos, con una misma razón para afiliarse: la figura del propio Andrés Manuel. Lo expresaban de distintas maneras: “Porque el líder que tenemos es un hombre honesto y una congruencia política inigualable”, “Porque siempre hemos estado con esta causa”, “Porque lo he seguido desde hace años y no es justo que siempre le roben el voto”, “Porque comulgo al ciento por ciento con López Obrador”.
Muy distinto el espíritu que esta vez notábamos frente al de la creación del PRD hace 24 años. En aquel entonces, los partidos de izquierda se fusionaban para integrar una sola fuerza. Esta vez, se trataba de un desgajamiento de la izquierda, de ese partido que precisamente fundaron en 1989 algunos de sus mismos actores que hoy pisaban el corazón del país para iniciar una nueva aventura. En aquel entonces, se percibía más en sus militantes la búsqueda del poder, se olía la posibilidad de disputarle triunfos al PRI. En cambio aquí, entre esta gente que hacía fila pacientemente, destacaba más su devoción por Andrés Manuel que la del poder.
Inevitable -y amargo también-, constatar cómo dos figuras que transitaron juntas por más de dos décadas -Cuauhtémoc Cárdenas y López Obrador- se encontraban en este momento tan cerca y tan distantes. El tabasqueño, bajo el toldo de Morena iniciando una nueva página en la historia de la izquierda en México. Y al otro lado de la calle, en una oficina del gobierno perredista del DF que comanda Miguel Ángel Mancera, el de Michoacán.
Difícil augurar el futuro para ambos partidos. Pero algo parece claro: en ambos terrenos, las figuras clave serán Cárdenas y López Obrador.
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APLAUSO DE LOS DIPLOMÁTICOS.- Una sola vez fue interrumpido Enrique Peña Nieto por los aplausos de los diplomáticos. Fue cuando reconoció que en ocasiones trabajaban con estrechez y dejó ver que vendrían mejores tiempos para ellos en ese terreno:
Estoy consciente de que en ocasiones deben cumplir con su elevada encomienda en condiciones a veces de falta de recursos humanos. A esto, estoy seguro que estará muy sensible el nuevo canciller… que espero tenga mejor relación con el secretario de Hacienda que la canciller anterior, apuntó en broma el Presidente de la República, arrancando risas y la ovación de la tarde en el salón de la Tesorería.
Por cierto, ahí estaba presente Patricia Espinosa, al igual que los ex secretarios del ramo Fernando Solana, Rosario Green, Luis Ernesto Derbez y Jorge G. Castañeda. Los que faltaron a la reunión de embajadores y cónsules fueron los representantes de México en Estados Unidos, Arturo Sarukhan; en Cuba, Gabriel Jiménez Remus; en la Santa Sede, Federico Ling Altamirano; en China, Jorge Eugenio Guajardo, y en Paraguay, Fernando Estrada Sámano.
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GEMAS: Obsequio del Chucho mayor, Jesús Ortega: “Ser extremista es respetable si así lo desea ser”.
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