A partir de hoy en Venezuela se inaugura la hagiocracia, el gobierno del santo Hugo Chávez. Lo que inició como una lamentable enfermedad terminará en un cómic ilustrado por la bicefalia del nuevo gobierno: Nicolás Maduro y Diosdado Cabello.

 

Al conocer los escenarios patológicos del cáncer que detonó el cuerpo de Chávez, éste tuvo que ponderar la enorme vulnerabilidad que detonaría la decisión de postularse por tercera ocasión a la candidatura presidencial. No lo hizo, y el costo ya lo pagan los venezolanos.

 

La lealtad se confunde con el servilismo; el respeto constitucional con el fanatismo; la comprensión con la intolerancia. Hoy, la bicefalia venezolana se ha convertido en una bomba de tiempo. La misma puede estallar en el Palacio de Miraflores (sede del Gobierno)) que en la Asamblea. A continuación mencionaré dos ejemplos con los que se puede demostrar la afirmación.

 

1. La bicefalia se ha encargado de utilizar eufemismos para cubrir al verdadero estado de salud del presidente. Hoy, la evolución irreversible de un cáncer puede ser traducido en número de días que, lamentablemente, le queden a una persona que lo padezca. Para el vicepresidente Nicolás Maduro y el presidente de la Asamblea, Diosdado Cabello, lo mejor es cubrir la información sobre la salud de Chávez a través de eufemismos. Nada mejor que recurrir al lenguaje médico: “tratamiento hiperbárico complementario”; “problema en la región pélvica” o “situación estacionaria”. Maduro y Cabello, a lo largo de más de 20 partes médicos, nunca han mencionado la palabra “cáncer”. Por el contrario, ambos han contribuido al establecimiento de la hagiocracia a partir del día de hoy.

 

2. Detrás de la libre interpretación de la Constitución se esconden los tics autoritarios. Si a la letra se lee el artículo 233 que a “la falta absoluta del presidente electo antes de tomar posesión se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los 30 días consecutivos siguientes”. Para el gobierno bicefálico, hoy, 10 de enero de 2013 no existe falta absoluta del presidente electo. Una de las pruebas que Maduro presenta para desmontar la idea de la “falta absoluta” es que el propio presidente, desde un hospital en La Habana, solicitó a la Asamblea un tiempo indeterminado para jurar frente al Tribunal Constitucional. El mismo artículo establece que, frente a una falta absoluta del presidente electo, éste podrá justificar su ausencia hasta por cuatro años. Es decir, si la hagiocracia logra sostenerse hasta el 2016, el nombre del presidente venezolano seguirá siendo Hugo Chávez. Maduro y Cabello nunca han hablado de falta absoluta del presidente Chávez. Pronto lo harán. Por el momento y de manera cómoda, apelan al artículo 234 para explicar que la ausencia de Chávez es temporal y que la Asamblea puede prorrogar la investidura presidencial. Lo harán hasta el 10 de abril. Ese día, Maduro escribirá una carta a nombre de Chávez para ser leída en la Asamblea por Diosdado Cabello: otros 90 días se le darán al presidente, es decir, hasta el 10 de julio. A partir de esa fecha la bicefalia comenzaría a utilizar eufemismos nobles para informar a la población que la falta absoluta tendrá que ser apoyada hasta el 2016.

 

Si un ciudadano noruego apolítico leyera los supuestos comunicados médicos, pensaría que el presidente posee una fuerte infección estomacal o bronquitis. La actuación de la Asamblea, dominada por el chavismo, sería hasta cierto punto razonable. En pocos días esperaría ver al personaje Hugo Chávez regresar para jurar frente a la Constitución.

 

La realidad es otra. Hoy inicia la hagiocracia y será apoyada, tanto por la bicefalia como por una parte importante de la población fanatizada. En el exterior, los hermanos Castro, Evo Morales, Rafael Correa, Cristina Kirchner y Daniel Ortega, ente pocos otros, también lo harán.

 

Con los santos también se pueden dar golpes de Estado sin azúcar.

 

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