En las actuales condiciones nacionales, cuando la mayoría de los ciudadanos se siente atemorizado por la violencia; inseguro, vulnerable y frágil (Inegi) resultaría inútil anunciar una mano peligrosa en la aldaba.
 
Pero por desgracia el peligro no se limita a la acción de los delincuentes y la reacción de las autoridades ante la omnipresencia del secuestro, la extorsión, el robo; el narcotráfico y sus aliados o cualquier otra variable antisocial y a veces inhumana como las mutilaciones y la crueldad extrema ante las víctimas; los desplazados, los desarraigados, los huérfanos, los abandonados.
 
Hoy, un peligro quizá mayor llega al umbral de nuestros convulsos días: la polarización política cuyo clarín sonó en el discurso del presidente Felipe Calderón en la sede del Partido Acción Nacional y cuya respuesta por parte del aspirante presidencial, Enrique Peña Nieto, no presagia tiempos de concordia en el país de la violencia generalizada.
 
Ya éramos muchos cuando en la casa parió la abuela y mucha lluvia sigue cayendo sobre lo encharcado y quien sabe cuántas albardas cubran al aparejo, pero vale la pena recordar los hechos.
 
Reunido con los suyos, en una ceremonia de recuerdo y homenaje a las víctimas del accidente de helicóptero que todos conocemos, y a quienes ya se habían rendido oportunos y épicos honores de nuevo santoral cuando cayó el rayo del infortunio, como ya había ocurrido también con el asesinado alcalde de La Piedad, Michoacán, Ricardo Guzmán Romero, quien pasó de la gris y municipal espesura a la gloria nacional, cuando el presidente arengó a los panistas con un silogismo (sofisma, mejor dicho), discutible al menos. ¿Y aquí una digresión: ¿se pueden meter en el mismo canasto un asesinato y un accidente? En fin.
 
Los narcotraficantes (a quienes lleva combatiendo cinco años en una guerra iniciada precisamente en Michoacán) intimidan a la población y la hacen víctima del miedo para sabotear al PAN. Sólo como un dato, en La Piedad ganó su partido y la inhibición fue tan ficticia como para conocer el más alto número de votantes en la historia michoacana. El PRI, en rechazo de ese maridaje denunciado en avenida Coyoacán; podría exhumar en Tamaulipas el cadáver de Rodolfo Torre.
 
En consecuencia, los criminales se convierten en factor electoral cuyo ejercicio, al dañar al PAN, beneficia a otros. Ahí lía FC el presente con el pasado; quienes amagaban en su tiempo con retirar programas sociales, hoy amenazan con la muerte.
 
Una forma velada (y no tanto) de culpar al PRI cuyo impugnado candidato venció a su hermana en Michoacán.
 
Toda esta argumentación se sintetiza en una idea, cuya siembra en aquello llamado por Jung, el inconsciente colectivo, se exige machacando una idea si es necesario con insistentes martillazos.
 
Ante ese llamado expuesto con vehemencia oratoria y emoción de tribuno, el candidato del PRI, Enrique Peña, fue más allá en su respuesta: no se trata sólo de una acusación sino de una ominosa posibilidad: descalificar desde ahora todo el proceso electoral cuyos inicios ya se ofrecen complejos y derrumbar todo el edificio en una especie de “Operación Sansón” de consecuencias imprevisibles.
 
Peña expresó:
 
“…Espero que estos señalamientos no nos lleven a un escenario de querer conculcar los derechos políticos de la población, pues ya será la autoridad respectiva la que valore las condiciones de un proceso electoral. No corresponde al gobierno federal o los estatales determinarlo, a ellos compete garantizar el pleno ejercicio de los derechos políticos y de la democracia plena”.
 
Pero esa advertencia requeriría una explicación más honda. Según Peña esto ocurre:
 
“Preocupante sería que hoy, en medio de esta competencia política, se pretendan exponer argumentaciones, pretextos dados en razón de la condición de seguridad pública, que lamentablemente prevalece en algunas partes, como riesgo para la democracia”; es mayor riesgo conculcar los derechos políticos.
 
“Qué, ¿no quedamos en que la mayoría de los mexicanos somos los buenos?”
 
Obviamente la postura del presidente Calderón fue respaldada con mayúscula alharaca tanto por sus empleados (por ejemplo el novato subsecretario de Gobernación, Obdulio Ávila), como por sus correligionarios como el presidente del partido, Gustavo Madero. Pero quienes de manera más enérgica entraron con el escudo por delante y la espada en alto fueron el senador Rubén Camarillo, estratega del PAN junto con Juan Molinar y Josefina Vázquez Mota, quien no pierde oportunidad de congraciarse con su ex jefe.
 
Más allá de la natural rijosidad electoral entre partidos, la diferencia aquí es el uso de la investidura para la promoción política, definido de esta manera en términos contundentes por el entrante presidente del PRI, Pedro Joaquín Coldwell:
 
“Los priistas demandamos del presidente que ajuste su conducta al mandato de la ley y actúe con imparcialidad. Que evite dañar el proceso electoral con su intromisión. El PRI está dispuesto a pactar con las otras fuerzas políticas, con la autoridad electoral y las de procuración de justicia, las medidas que sean necesarias para blindar el proceso electoral de la infiltración del narcotráfico. Al gobierno le exigimos que no haga de este tema un arma para minar la confianza en las autoridades electorales, socavar el proceso o agredir a partidos y candidatos”.
 
Si las cosas se admiten de este modo la profecía se cumplió: sí había un peligro para México y está llegando al umbral, la persistente utilización de la potencia del Estado para cerrar el camino a los adversarios mediante el riesgoso procedimiento de convertirse en su enemigo declarado y lanzarse a una segunda guerra: la guerra político electoral con armas distintas a las de la contiende democrática.
 
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Pero mientras aquí su enrarece el clima a grados irrespirables, el activismo internacional incómodo no deja en paz a don Felipe Calderón.
 
Si en su visita a Stanford (junio de este año) una avioneta sobrevoló el campus llevando por el cielo una cauda de cometa contestatario con el emblema de “No+ sangre” (palabra sustituida por un goterón rojo), y una pregunta “40,000 dead. How many more? (40 mil muertos. ¿Cuántos más?”), ahora ese logotipo de la inconformidad se hace presente en el Festival Internacional de Cine de Marrakesch.
 
Kate del Castillo (alguna vez propagandista de Vicente Fox), Paulina Gaitán, Ana Serradilla, Ana Claudia Talancón, José María de Tavira y otros delegados mexicanos al festejo fílmico, portaron el mismo mensaje sobre la alfombra roja (como la sangre, diría algún cursi).
 
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Como era de esperarse el cohetón le reventó en las manos a Manuel Martínez Garrigós, aspirante del PRI al gobierno morelense. La empresa Promotora Ambiental (PASA) lo ha denunciado por desacato; se ha girado una orden de aprehensión y un grupo de funcionarios del ayuntamiento se ha hecho “ojo de hormiga” según publica El diario de Morelos, en Cuernavaca.
 
“Los funcionarios municipales Manuel Rodrigo Gayosso Cepeda, Nelson Torres Mondragón y Araceli González Verazaluce se encuentran prácticamente desaparecidos, después de que se diera a conocer la consignación del caso de la Promotora Ambiental, S.A. a un juzgado, para obtener las órdenes de aprehensión por desacato.
 
Por lo pronto el abogado Juan Velázquez se ha mudado a la Ciudad de la Eterna Primavera.
 
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Como si fuera un concurso de memeces, algunas de ella estudiadas, lo cual las hace peores (al estilo de Mario Delgado y sus peruanos Cien años de soledad), el aspirante al gobierno de Guanajuato, José Ángel Córdova –en algunos momentos frente a la Secretaría de Salud, el mejor hombre en el gabinete de Calderón–, se enganchó con aquello de los tres libros importantes en la vida de cada quien y dijo haber sido marcado ad vitam por El principito de Maquiavelo, cuando todos lo sabemos el verdadero autor fue Maquiavelito. (Por cierto, ¿Cómo se llamaría El principito si lo hubiera escrito Juan Gabriel?) Como sea.
 
Ojalá y el doctor Córdova, tan apto en su materia, no se equivoque de esa diminutiva manera cuando diagnostique un divertículo, ni confunda al oculista con el proctólogo; la jeringa con la mandinga y el píloro de Diódoro con un semáforo en el Bósforo.