La Serie del Caribe de beisbol ha iniciado y para algunos residentes del Distrito Federal (DF) este deporte suena como algo bastante lejano… pero no. El torneo se jugará en Hermosillo, en el nuevo Estadio Sonora, con la representación de los Yaquis de Obregón.
Pero hubo una vez que el DF tuvo un gran estadio de beisbol que se erigió en los llanos cercanos al río y pueblo de La Piedad. En el terreno que hoy ocupa un centro comercial en el cruce de avenida Cuauhtémoc y Viaducto Río La Piedad. Decenas de equipos jugaron ahí, como residentes y locales.
En sus dos etapas (Parque Delta hasta 1955 y luego Parque del Seguro Social), el coloso fue reconocido principalmente por ser casa de los Diablos Rojos del México y de los Tigres que hoy juegan en Quintana Roo.
Pero en el año 2003, las raíces beisboleras de ese terreno fueron arrancadas. Se demolió el estadio y se construyó un centro comercial. El fin de una era en la capital había llegado.
EL INICIO DEL FIN…
La desaparición del estadio fue la última entrada. Pero el cronista capitalino, Jorge “el biólogo” Hernández, narra que la huelga de una gran mayoría de jugadores habría sido la primera fractura el 1 de julio de 1980.
“Durante más de medio siglo, en México todos los estadios de beisbol estuvieron llenos. Por qué entonces, de improviso, se quedaron solos, sin público?, escribe “el Biologo” y Ramón el Abulón Hernandez.*
La respuesta que ofrecen es la siguiente:
“…un día, a alguien se le ocurrió que el beisbol se podía hacer sin jugadores, sin su opinión, sin su dignidad”, dice en clara referencia al rechazo de los dirigentes y dueños de la Liga Mexicana de Beisbol (LMB) hacia la recién creada Asociación Nacional de Beisbol (Anabe) impulsada por el receptor de los Tigres, Vicente Peralta, y seguida por jugadores de al menos 14 de los 20 equipos.
La huelga generó desconfianza entre peloteros y empresarios. Al menos en la Ciudad de México, el cambio fue innegable, los noventa no fue la mejor década para el Parque del Seguro Social y derivó en su venta y la mudanza de los Diablos Rojos y los Tigres a la Ciudad Deportiva.
Rafael Cabrera, presidente de la Liga Olmeca de la Ciudad de México, considera que los factores fueron varios: la difusión, la situación económica, la televisión que se alejó del diamante y la predominancia del futbol soccer.
A pesar de la diversidad de ligas que hay en la Ciudad de México, el gobierno no ha contribuído para otorgar espacios donde practicarlo. Al contrario, y como han señalado varios comentaristas y profesionales, durante la dirección de Carlos Albert en el Instituto del Deporte del DF (2000 – 2001), las canchas de futbol marginaron a los diamantes que había en la Ciudad Deportiva.
Para Edgar Ascary, director de la región VI de la Asociación de Ligas Infantiles y Juveniles de Béisbol de la República Mexicana, existe el apoyo del gobierno pero sólo en difusión y relaciones públicas, que ha contribuído a que equipos de la LMB y de la MLB (de Estados Unidos) echen un vistazo a los pequeños de las ligas capitalinas.
Ascary reconoce que no es un deporte barato y contrasta en muchos aspectos con el futbol soccer. Algunos lo califican como un deporte pasivo y aburrido, pero requiere mucha disciplina, técnica, reflejos y sobretodo un pensamiento audaz. No es casualidad que las estadísticas sean un elemento vital de este deporte.
Cabrera coincide en ello y lo considera un deporte inteligente, “complejo y completo”, que exige fuerza y velocidad además de fomentar el trabajo en equipo.
Los números hablan por sí sólos. La Liga Petrolera infantil cumple 70 años en 2013, la Olmeca 50, y respecto a la LMB, la Ciudad de México tuvo al menos una veintena de equipos desde que se creó la LMB en 1925 y hasta los poco antes de los cincuenta: Chiclets Adam’s, Necaxa, Policía, Gendarmería, Agrario, Santa Julia, San Rafael, Azcapotzalco, entre otros.
Hoy, los Diablos Rojos del México y su dueño Alfredo Harp Helú, son los únicos que se niegan a dejar a la capital sin el rey de los deportes.
LA GEOGRAFÍA…
El caribe y norte mexicano son dos de las zonas más beisboleras. Sorprende encontrar las gradas llenas en la pequeña Isla Mujeres y también en Cozumel, en Quintana Roo. Para Sonora, Coahuila y Monterrey, el deporte se ha convertido en toda una arma política y económica.
La cercanía con Estados Unidos y con Cuba, Centro y Sudamérica, podría ser una razón del éxito en estas dos zonas del país.
EL CAMINO
El beisbol llegó a México por varias rutas: el pacífico, el norte y el caribe. Al menos tres ciudades se disputan el título de ser el primer territorio mexicano donde se jugó beisbol antes de 1880: Guaymas (Sonora), Nuevo Laredo (Tamaulipas) y Cadereyta Jiménez (Nuevo León).
A Yucatán arribó en 1890 a bordo de una corbeta española proveniente de Cuba, potencia beisbolera y fuente casi inagotable de peloteros. Muchos de ellos influyeron en su desarrollo en México.
Aunque varios cronistas beisboleros refieren que en 1887 ya existía un equipo capitalino llamado ‘Mexicano Club’, los primeros enfrentamientos se dieron en un terreno ubicado en lo que hoy es la colonia Narvarte, poco antes de la Revolución mexicana.
Casualmente, como pasó con el futbol, el sector obrero fue gran promotor. Trabajadores de La Compañía de Luz y Fuerza Motriz se enfrentaban contra ferrocarrileros y otros gremios. Pronto instalaron gradas de madera y para 1928, tres años después de la fundación de la Liga Mexicana de Beisbol, se levantaría el primer gran estadio en la ciudad, el Parque Delta.
En 1955 el Instituto Mexicano del Seguro Social construyó una nueva catedral de beisbol. Lo que algunos llaman la ‘época dorada’ del beisbol mexicano había terminado (1940-1951), aunque en realidad su difusión crecía gracias a las transmisiones por televisión y la creación de más equipos, como los los Tigres, en 1955.
Sin embargo, fue demolido en 2003. Primero se vendió a una distribuidora de autos y luego, a Grupo Gigante, que construyó un complejo comercial. Ni el entonces tabasqueño y beisbolero jefe de gobierno del DF, Andrés Manuel López Obrador, pudo salvarlo. Colocó la primera piedra y el parque pasó a la historia.