EL CAIRO. El presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, inició ayer en El Cairo una visita histórica orientada a tender puentes y dejar atrás más de tres décadas de enfriamiento con Egipto, lo que no evitó que recibiera las críticas del clero suní.

 

Con motivo de la XII cumbre de la Organización de la Cooperación Islámica (OCI), que comienza mañana, Ahmadineyad aterrizó en el aeropuerto cairota en el primer viaje a Egipto de un jefe de Estado iraní desde 1979, cuando ambos países rompieron relaciones tras el triunfo de la revolución que depuso al sha Mohamed Reza Pahlevi.

 

Sin embargo, el contexto ha cambiado 34 años después de esa fecha y el presidente iraní parece dispuesto a iniciar una nueva era con Egipto, que también ha experimentado un proceso revolucionario y ha vivido la llegada de los islamistas al poder tras la caída de Hosni Mubarak.

 

Por eso, la reunión de Ahmadineyad con el presidente egipcio, Mohamed Mursi, era la más esperada para la diplomacia iraní, acorralada internacionalmente por su polémico programa nuclear y su enemistad con Israel.

 

"Si los dos pueblos están unidos en esta etapa de desarrollo ocuparán un lugar importante en el mundo, y la región y el mundo se beneficiarán", aseguró Ahmadineyad horas más tarde, tras reunirse con el jeque de Al Azhar, la más prestigiosa institución del islam suní, Ahmed al Tayeb.

 

El mandatario de Irán, la mayor potencia chií, mostró su esperanza de que su viaje a El Cairo sea "el comienzo de un intercambio de visitas mutuas", al tiempo que aseveró que "Egipto y su pueblo están en el corazón del pueblo iraní".

 

Sin embargo, no todo fueron parabienes y buenas noticias para el iraní a su llegada al país árabe.

 

En una rueda de prensa conjunta con Ahmadineyad, uno de los asesores del gran imán de Al Azhar, Hasan al Shafai, protestó contra "algunos chiíes que ofenden al profeta Mahoma y a su familia".

 

En ese momento, el presidente iraní, que había mostrado hasta entonces una amplia sonrisa en la sede de esa institución, interrumpió molesto al asesor porque sus declaraciones no eran las que habían pactado previamente.

 

Al Shafai intentó aliviar la situación al declarar que el clero suní "no se cierra a otros dogmas", está a favor de la "tolerancia ideológica" y rechaza cualquier acción contra Irán.

 

Si bien Ahmadineyad destacó las "fructíferas" conversaciones con las autoridades suníes y las coincidencias en sus puntos de vista, el jeque de Al Azhar quiso distanciarse del representante iraní y le instó a no interferir en los asuntos internos de las monarquías suníes del Golfo Pérsico, principalmente en Baréin.

 

En ese país, manifestantes liberales y chiíes, supuestamente apoyados por Teherán, reclaman desde hace dos años reformas políticas al monarca Hamad bin Isa al Jalifa, que pertenece a la minoría suní y que hasta el momento ha reprimido las protestas.

 

En un comunicado, Al Tayeb también pidió a Ahmadineyad que se respeten los derechos de los iraníes árabes suníes y advirtió contra los intentos de propagar el chiísmo.

 

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