No sé si es cierto, pero comentan que Stalin le preguntó a Churchill de forma irónica “¿cuántas divisiones tiene el Papa?”. Es obvio que no hay respuesta. Tampoco la hay para saber qué poder tuvo Sócrates, Voltaire o Freud por poner sólo unos pocos ejemplos: las ideas son más poderosas que las armas. Pero en el caso de Ratzinger-Benedicto XVI la cuestión se complica: no es sólo un intelectual de primer orden -según muchos uno de los más clarividentes en los últimos 50 años- sino que además es el “jefe” de la congregación religiosa más numerosa del mundo (los musulmanes son más, pero en ellos conviven sunitas, chiitas, alauitas, etc.).

 

¿Qué poder tuvo Benedicto XVI? El cardenal Ratzinger llegó a la congregación para la doctrina de la fe a inicios de los 80 -uno de los momentos más críticos para una Iglesia que hacía aguas por doquier y donde la desbandada de sacerdotes fue histórica-. Durante su gobierno como cardenal y como Papa no sólo se frenó la caída en picado de vocaciones sino que ha estado creciendo a paso lento pero seguro: 2005 había 405 mil 593, en 2011 eran 410 mil 593, según datos oficiales del anuario pontificio; el número de católicos pasó de mil 86 millones a mil 181 millones. El crecimiento no es casualidad: los que han leído a Ratzinger saben que es un profundo conocedor del ambiente cultural de los últimos siglos y ha sabido hablar en su mismo lenguaje pero, y eso es lo importante, sin dejarse llevar por “el espíritu de los tiempos”, sabiendo defender lo original del mensaje católico. El postconcilio sufrió una borrachera de mal entendido “aggiornamiento”: se adaptaron tanto que el catolicismo en muchas partes perdió sus signos de identidad de ahí. Ratzinger lo entendió muy bien: había que hablar a la modernidad -o a la postmodernidad- con un lenguaje que entendiese pero dejando claro que no todo era compatible con el catolicismo. Es cierto, los medios de comunicación masivos y su poco carisma mediático lo denostaron como a pocos líderes del mundo; pero su mensaje claro, profundo y conciliador llegó a muchos intelectuales y ayudó a sentar las bases de un nuevo lenguaje y teología que dio seguridad a obispos, teólogos y fieles. Fue él quien en 1984 redactó el informe sobre la Teología de la Liberación, poniendo en guardia en contra de la politización del mensaje evangélico y la incompatibilidad del análisis marxista para la evangelización. Los países comunistas deben mucho a la Guerra de las Galaxias y a Juan Pablo II, pero Ratzinger no tuvo un papel secundario en la desaparición de la URSS por no decir en la disminución de la insurgencia en América Central.

 

No ha sido menor su importancia en los países en desarrollo -tradicionales lugares de misión-. El diálogo interreligioso y un enorme complejo de culpa desanimaron a sacerdotes, misioneros y monjas a predicar una determinada fe. Ratzinger desde la congregación de la fe intentó mover el rumbo y, sin un éxito rotundo, se puede decir que ha dado un giro enorme: Asia y África son los continentes donde el catolicismo más ha crecido. Hoy es muy frecuente ver sacerdotes negros en Europa.

 

¿Qué poder ha tenido? Según mi opinión, enorme: ha puesto los fundamentos de una nueva forma de hacer teología, le ha dado bases seguras y claras a un catolicismo que estaba perdiendo la identidad. ¿Es eso bueno o malo? Aquí las opiniones disienten como es lógico, pero creo que no queda duda de que este Papa pasará a la historia como uno de los grandes reformadores de la Iglesia.

 

* Académico del Departamento de Estudios
Generales del ITAM