Un día después de que el papa Benedicto XVI renunció, la posibilidad de realizar pagos con tarjeta de crédito en el Vaticano se reactivó.

 

Sabemos que los cinco millones de turistas que visitaron el Museo del Vaticano el año pasado gastaron más de 90 millones de euros (unos 120 millones de dólares) en boletos y souvenirs.

 

Lo sabemos porque al iniciar el año se hizo público el pleito entre el banco de Italia y el del Vaticano, que había forzado a los turistas a olvidar sus visitas a la Capilla Sixtina, a menos que tuvieran cash en la bolsa.

 

El Banco Central Italiano bloqueó todos los pagos electrónicos en el estado más pequeño del mundo, porque falló en cumplir con las reglas anti lavado de dinero internacionales. El problema ya se resolvió, o por lo menos, ya se puede pagar con plástico nuevamente.

 

“El pago a través de la tarjeta de crédito en el Estado de la Ciudad del Vaticano se encuentra de nuevo activo”, confirmó ayer el portavoz vaticano, Federico Lombardi, en rueda de prensa, en la que precisó que el servicio estará gestionado ahora por la sociedad suiza Aduno SA.

 

La prohibición le dio la vuelta al mundo el pasado 1 de enero, ante las sospechas de lavado de dinero que nuevamente pusieron en medio del escándalo al pequeño Estado.

 

Y más en esta ocasión, pues fue el papa Benedicto el que prometió gran transparencia en las finanzas del Vaticano y la operación de su banco, el Instituto para las Obras Religiosas (IOR), que en el pasado ha sido implicado en grandes problemas relacionados con la administración y blanqueo de capitales de dudosa procedencia.

 

Aura de ostentación

 

Durante décadas, el Vaticano ha proyectado un aura de inmensidad, de ostentación, de salud financiera al ser una de las instituciones globales más grandes, recordaba Shawn Tully, reportera de Fortune, en un texto publicado en esa revista en diciembre de 1987.

 

Se cree que el eco de la vastedad de la Basílica de San Pedro, sus tesoros artísticos invaluables guardados en bodegas y sus cientos de propiedades alrededor del mundo, representan un símbolo de incomparable grandeza.

 

Sin embargo, escribió Tully, la burocracia del Vaticano excedió sus medios. Los gastos operativos superan por mucho las contribuciones, que alguna vez fueron para ayudar a los pobres.

 

“Esta es una crisis real”, le dijo en ese entonces un miembro importante de la Iglesia a la reportera, que trataba de hacer público el estado financiero del Vaticano. “Cuando tu ingreso operativo falla en cubrir tus gastos, tienes un problema”.

 

A pesar de todo su esplendor, recordó Tully, el Vaticano está quebrado.

 

La Santa Sede, el centro administrativo de la iglesia y la capital espiritual de sus miembros, pidió prestado a diversas fuentes para seguir operando.

 

Pero no existe transparencia en la administración del estado.

 

En años recientes, el Vaticano ha mostrado un deseo de abrir sus finanzas para borrar toda sospecha de anomalías, y para cumplir con los estándares internacionales. Simbólicamente, por ejemplo, dijo que los periodistas podían acercarse al IOR para preguntar lo que quisieran.

 

Lo cierto es que los temores del Papa y de sus seguidores están bien fundamentados. Cada vez que los investigadores se meten a revisar documentos confidenciales, el prestigio de la Iglesia es abollado.

 

Mejor que el Caribe

 

Por más de 40 años el IOR, fundado en 1942, ha sido arrastrado en escándalos regularmente, desde corrupción política, dinero de la mafia o cuentas anónimas.

 

Muchos de los que han tenido algo que ver con los negocios ilegales que se relacionan con el Banco del Vaticano, recuerda el Der Spiegel, han sido forzados a pagar con su vida.

 

A pesar de todas las promesas solmenes del Vaticano, han conseguido hacer del IOR un paraíso para los lavadores de dinero. Y en lugar de estar en medio de una isla en el Caribe, se encuentra en el corazón de Roma, en el corazón de Europa.

 

El modelo de negocios, agrega Der Spiegel, consiste en mantener las cosas tan guardadas como sea posible. Las ganancias de capital no pagan impuestos, los estados financieros no se entregan a nadie y el anonimato está garantizado.

 

El estatus exótico de este banco pertenece a una monarquía religiosa en un Estado soberano del tamaño del parque de una gran ciudad, en el que nadie puede entrometerse.

 

El cuartel general del banco está a la derecha del palacio apostólico, la residencia oficial del Papa. Ahí, unos 100 empleados vigilan más de 33 mil cuentas, con depósitos de más de 7 mil 600 millones de dólares.

 

Der Spiegel recuerda que el beneficiario directo es el Papa y su Iglesia. Las ganancias del banco en 2010, por cierto, fueron de unos 70 millones de dólares, que ayudaron a compensar las tampoco públicas cifras de ingresos de donaciones o limosnas que juntan en todo el planeta.

 

Cash only

 

Entretanto, la compañía suiza informó, a través de un comunicado, que a partir de ahora se encargará de gestionar todas las operaciones electrónicas con tarjeta a través de terminales de pago de última generación, permitiendo que los turistas de todo el mundo utilicen este sistema en la compra de las entradas a los museos, libros y los objetos de recuerdo.

 

Tras el anuncio del bloqueo del uso de las tarjetas de crédito en el Vaticano a principios de enero, se afirmó que la decisión había sido adoptada a raíz de “un problema técnico”.

 

Sin embargo, días después salieron a la luz diferentes averiguaciones que afirmaban que un informe de la Fiscalía de Roma sobre la investigación de supuestas actividades de blanqueo de capitales relacionado con las transacciones del Instituto para las Obras Religiosas se encontraba en el origen de la prohibición.

 

El pasado 14 de enero, el diario Corriere della Sera informó de que el origen de la prohibición se encontraba en una cuenta abierta por el IOR en el Deutsche Bank por la que circularon en un año 40 millones de euros, cuya procedencia investigaba el Banco de Italia.

 

El IOR, según las mismas fuentes, no pidió autorización al Banco de Italia para instalar los diferentes terminales de pago electrónicos en el Vaticano, y hace cerca de año y medio un grupo de magistrados italianos, dirigidos por el fiscal adjunto Nello Rosi, informó de esa anomalía al banco italiano.

 

Según la Unidad de Información Financiera (UIF) del Banco de Italia todos los pagos que se hacían en los 80 puntos de ventas (los dispositivos electrónicos con los que se paga con las tarjetas) del Vaticano confluían en una única cuenta abierta por el IOR en una oficina del Deutsche Bank.

 

En septiembre de 2011, cuando se iniciaron las comprobaciones pertinentes por los investigadores, resultaba un saldo de casi 10 millones de euros en la cuenta, mientras que los diferentes movimientos contables verificados arrojaban que eran más de 40 millones los que habían circulado por la cuenta en los últimos 12 meses.

 

“Un dinero del que no se sabía prácticamente nada”, señaló el diario, y que había llevado a la decisión de suspender los pagos con tarjeta de crédito.