Hace unos días -y a propósito de la presentación de Enrique Peña Nieto de su estrategia turística- Francisco Madrid dijo que el crecimiento del sector turístico está “anclado” a un cambio en la percepción en el exterior sobre lo que pasa en México en materia de seguridad pública.

 

La opinión de Madrid -uno de los expertos más reconocidos en materia de políticas turísticas, ex subsecretario de Planeación y de Operación de Sectur y ahora director de la Escuela de Turismo de la Universidad Anáhuac- parece obvia (lea la entrevista completa aquí).

 

A cualquier ciudadano de a pie nos parece que efectivamente la inseguridad es uno de los mayores problemas que enfrentan los turistas nacionales o extranjeros. Sólo basta con preguntar a los empleados hoteleros en la costera de Acapulco o a los trabajadores de los muelles en Manzanillo, Mazatlán o Puerto Vallarta, para darnos cuenta de que esto no es una quimera, es una realidad.

 

Pero, por alguna razón de conveniente ceguera, en las altas esferas públicas se ha negado sistemáticamente que la inseguridad pública haya sido o sea factor para que ciertos cruceros cancelen sus rutas por las costas mexicanas o que miles de turistas extranjeros prefieran vacacionar en las costas de Bahamas o Santo Domingo, en lugar de hacerlo en las costas mexicanas. Incluso los turistas nacionales ya lo piensan dos veces antes de incursionar por los bellos parajes michoacanos, por los pueblos de la sierra zacatecana, o por las calles de la costa acapulqueña.

 

Por algo el turismo extranjero que llegó a México sólo creció a una tercera parte del ritmo al que lo hacía la industria en el mundo.

 

El gobierno de Felipe Calderón, como efectivamente señala Francisco Madrid, negó reiteradamente esa realidad y Peña Nieto ha insistido en sacar de su discurso público el tema de la inseguridad como factor que golpea la competitividad de la economía. Pero la realidad termina por rebasar y exhibir a los discursos de los políticos, así que la omisión no es sustentable.

 

Por eso en la presentación de su estrategia sobre el sector turístico Peña Nieto tuvo que admitir y advertir -al final de su presentación- que el crecimiento turístico pasa, necesariamente, por el tema de la seguridad. Es una precondición para un sector altamente sensible a las condiciones de seguridad pública.

 

En la medida en que los periódicos y la televisión en Nueva York, Madrid, Toronto, París, o Tokio, sigan exhibiendo a turistas víctimas de la violencia callejera en Acapulco, o balaceras en las zonas urbanas de La Laguna, no podremos esperar que el turismo extranjero que llega a México crezca, siquiera, a la mitad de lo que está creciendo en el mundo y de sus expectativas para los próximos 20 años a un ritmo de 4% anual.

 

La violencia ha reducido el territorio turístico de México para los extranjeros a Cancún y la Riviera Maya. Ha quedado en el olvido casi todo el Pacífico, desde Mazatlán hasta Huatulco, sin mencionar a las amplias regiones del territorio para el turismo cultural, de aventura y ecológico, entre otros, que ofrece potencialmente nuestro país.

 

Por eso la llegada de Manuel Mondragón como nuevo Comisionado Nacional de Seguridad es clave para la economía del turismo, quizá la verdadera mina de oro de la economía nacional. Un tesoro que está bajo amenaza de los cárteles de la violencia.

 

samuel@arenapublica.com | @SamuelGarciaCOM | www.samuelgarcia.com

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