¿Que pasa cuando un empresario mexicano, apasionado por hacer bien las cosas, logra convencer a un enólogo de una reconocida vinícola en Estados Unidos a hacer un vino juntos? Justo esta semana tuve la oportunidad de conocer el producto de una mágica asociación entre un mexicano y un norteamericano, que juntos están liderando un proyecto vinícola con mucho corazón llamado Casa Bayolán.
Me cuenta Erik Bayolán, (el empresario mexicano), que todo empezó con un sueño: hacer el mejor vino mexicano posible. En el 2003, compró una propiedad ubicada a las afueras del Valle de Guadalupe, en Baja California. Su semblante se iluminó cuando empezó a platicarme sobre su viñedo. Dice que es un valle único en la zona, ya que está rodeado por las montañas y está aislado del resto de los viñedos. Además, cuenta con un pozo de agua propia, lo cual es muy afortunado para esta zona, en la que casi todos los viñedos padecen por la falta del agua, lo cual muchas veces es evidente al probar vinos que están salados de más. Pero bueno, no sólo fue para él importante encontrar el lugar, sino también las plantas que sembraría. Después de un cuidadoso análisis de los manuales franceses sobre las características y particularidades de los distintos tipos de uva, que descifró con la ayuda de su esposa, seleccionó las vides más óptimas para plantar en su terreno, importando todas las cepas para sembrar nuevas variedades de raíces en su viñedo. Posteriormente, realizó un viaje a Napa para encontrar un vino que le gustara, como él mismo dice, a la usanza de los vinos franceses, con la idea de contratar a su enólogo. Así fue como el destino se encargó de juntarlo con Chris Corley (el enólogo). Al probar unos de sus vinos, cuenta que supo que tenía que conocerlo.
Chris Corley nos platica la otra parte de la historia. Al verlos juntos es evidente su complementariedad. Erik es extrovertido, meticuloso, tiene una determinación que he visto en pocas personas. Chris por su parte es introvertido, su pasión y vida están centradas en la elaboración del vino. Al hablar del vino, sus cuidados, las plantas y los procesos, lo hace con delicadeza. Es evidente el esmero que tiene en cada uno de los pasos de elaboración del vino, cuidando desde que en el momento de la pizca no exista ningún tipo de ramas o semillas que le agreguen amargor, hasta su proceso de maduración en barricas que le añadan, pero que no abrumen el sabor para dejar brillar al terroir del vino. Erik es el aventurero, Chris es el artista que se inspira en el viñedo y crea para explotar así todo su potencial. Sus vidas se encuentran y juntos crean algo diferente, nuevo, divertido.
Chris me cuenta que cuando Erik lo buscó, inicialmente necesitó tiempo para considerar la oferta. Estaba dedicado 100% a sus viñedos familiares y hasta ese momento nunca habían pensado en realizar una colaboración. Es más, afirma con contundencia, que es la única colaboración que tiene el día de hoy. Su viñedo familiar, Monticello Vineyards, en Napa, producía cosechas de vinos de edición limitada. Cuando llegó Erik, le dio curiosidad y por eso aceptó realizar un viaje. El momento decisivo para esta asociación, que al día de hoy está cimentada en una gran amistad, fue cuando conoció el viñedo. Confiesa Chris que todas sus preocupaciones sobre México, el dejar atrás a su familia, todo se disipó. Supo que tenía que ser parte de este esfuerzo. Me cuenta que a partir del momento en que visitó el lugar, ya no hubo vuelta de hoja, lo visita religiosamente por lo menos una vez al mes.
En su viñedo elaboran actualmente siete vinos: cinco tintos (dos cabernet sauvignon, un malbec, un pinot noir y un blend) y dos blancos (un chardonnay y un muscat de postre). Todos los vinos se sienten muy bien armados y cuentan con aromas que se distinguen por sus notas florales y frutos rojos. No abruma la madera, ni empalagan las frutas. El chardonnay tiene un aroma muy rico, a piña, lo cual es muy diferente a los chardonnay mexicanos.
Al platicar un poco sobre su propuesta de valor, es una delicia ver que no sólo su compromiso está en hacer buen vino, sino que también buscan ofrecer un producto con una excelente relación precio calidad. Los rangos de precio oscilan entre los 300 y 700 pesos. El blend de batalla, Tres Tintos, es una delicia no sólo por su sabor, sino también por su precio. El pinot noir, que por cierto es de los pocos viñedos que producen esta variedad en Ensenada, junto con Ojos Negros y Roganto; es un vino muy bebible, con notas florales y muy agradable. Mi favorito fue el cabernet sauvignon reserva, que estaba corpulento y se me antojó para acompañar con un gran trozo de carne. El vino de postre me recordó mucho a un ice wine canadiense, con un cuerpo más ligero.
Una de las cosas afortunadas de mi profesión, es que además de ser convidada a conocer a gente como Erik y Chris, también, puedo establecer conexiones emocionales con las personas que están detrás del vino que elaboran. Mi primera conexión de este tipo fue con el ya finado Antonio Badán, de Mogor Badán. Lo conocí un día mientras descubría el Valle hace más de 15 años. Me lo encontré por fortuna en su pequeña bodega, mucho antes de que la remodelara, dispuesto a platicar y compartirme lo que pasaba en el valle. Platicamos tan rico, que acabamos yendo a un asado con el resto de los productores de la zona, en donde se forjaron más amistades. Ya han pasado muchos años, pero todavía el día de hoy, no puedo dejar de recordarlo, de repasar esas deliciosas conversaciones que teníamos, de todas las emociones vinculadas con su vino. Así, el vino me sabe mejor, cuando tiene una historia.
Por eso espero querido lector, compartirte un poco de esa conexión emocional, para que cuando te topes con este vino, no sólo sea un vino que sea agradable para beber, sino también, que sepas que fue un vino elaborado con pasión por hacer bien las cosas en México, que te imagines a los protagonistas detrás de cada botella, al mexicano determinado por elaborar un buen vino y al enólogo artista que lo hace posible.
Espero que tengas un maravilloso fin de semana, y recuerda ¡hay que buscar el sabor de la vida!
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Casa Bayolán
Puedes encontrar sus vinos en La Europea y El Palacio de Hierro.