Estudiosos de los procesos migratorios establecen que la emigración internacional proveniente de países en desarrollo tiene efectos positivos sobre el desarrollo económico en las comunidades de origen a causa de las remesas. Estas remesas incrementan el poder adquisitivo de las familias receptoras, promueven una cultura migratoria y, eventualmente, disminuyen la desigualdad social. Este efecto positivo de la migración sobre las comunidades de origen se torna cuestionable cuando la migración involucra trabajadores con altos niveles de calificación, pues ni las remesas alcanzan a compensar la pérdida de productividad que trae consigo el traslado a otro país de personas altamente calificadas. En este último caso, el beneficio de la migración se traslada a las comunidades receptoras, que se ven beneficiadas con la llegada de personas altamente productivas. De hecho, se ha demostrado que los migrantes internacionales tienden a establecer empresas en proporciones mayores que los trabajadores nativos, lo que tiene efectos positivos sobre las tasas de empleo y, por ende, sobre la economía en general.
Es de todos conocido que la economía estadounidense no ha logrado recuperarse totalmente de la crisis de 2008, y que las autoridades de ese país están buscando mecanismos para inyectarle mayor dinamismo. Los economistas saben que en la recuperación económica, el desarrollo tecnológico es clave, y que el trabajo altamente calificado es un complemento innegable de la tecnología avanzada. Las autoridades del vecino país del norte están conscientes de que la entrada masiva de especialistas en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por las siglas en inglés) daría a la economía un fuerte impulso, y por ello están planteando una reforma migratoria que incentive la estancia en el país de trabajadores con estudios de posgrado.
Lo anterior sugiere que la reforma migratoria en Estados Unidos buscará atraer migrantes altamente calificados, y que buscará también la salida de los trabajadores con niveles de educación bajos. Esto, sin embargo, no es nuevo en el mundo. Muchos países desarrollados tienen políticas migratorias a favor de personas destacadas en el mundo de la ciencia, el arte, los deportes o la educación. En estos países, los esquemas migratorios siguen un proceso de puntos, y quienes tienen prioridad para entrar son las personas con mayores puntajes. No es de sorprender, entonces, que muchos de los migrantes de retorno en el país tengan bajos niveles de calificación, y que Estados Unidos ofrezca nuevas facilidades de entrada a los trabajadores altamente calificados.
Ante este panorama, lo que debemos preguntarnos los mexicanos es cómo hacemos para incentivar la estancia en el país de los connacionales que obtienen maestrías y doctorados en México o en el extranjero, y como promovemos mayores niveles educativos entre la población en general. La respuesta empieza por generar políticas públicas que relacionen la educación con el sector productivo, de tal manera que los estudiantes salgan al mercado con capacidades para mejorar la competitividad de las empresas. Otra estrategia consiste en promover el desarrollo tecnológico a través de diferentes medios; por ejemplo, dar incentivos fiscales a las empresas y universidades para que generen nuevos productos y procesos productivos que den a los empleadores mayor competitividad. Otra estrategia sería incrementar la competencia económica, de tal manera que las empresas tengan los incentivos adecuados para generar innovaciones tecnológicas.