Difícil y hasta cierto grado tortuoso ha sido el inicio de la selección mexicana en el hexagonal final, pese a ello, la fiel afición no podía dejarla sola ante el acérrimo rival, su similar de Estados Unidos, y desde mucho antes del inicio de las acciones las playeras verdes ya dominaban el nublado horizonte de la capital del país.

 

Un martes normal en el Distrito Federal se convirtió en un día lleno de expectación en todos los sentidos, para unos porque ya contaban las horas para abandonar sus lugares de trabajo y comenzar un periodo de asueto y otros porque no estaban dispuestos a perderse este partido, en el que además de los tres puntos está en juego el orgullo.

 

La de por sí conflictiva circulación en horas pico terminó por convertirse en una verdadera pesadilla para miles de automovilistas que se dirigían al sur, donde se concentró el grueso de la afición ávida de una noche gloriosa, como ésa que hace mucho no han podido experimentar en este inmueble.

 

Quizá la última ocasión con la selección mayor se dio el 12 de agosto de 2009, precisamente frente a los norteamericanos, cuando el camino a la Copa del Mundo Sudáfrica 2010 se comenzó a gestar con gran fuerza.

 

Desde el pasado sábado se anunció que los boletos para este duelo estaban agotados, sin embargo, muchas personas que no querían ser víctimas de la reventa tuvieron la esperanza de conseguir una entrada en taquilla.

 

Las ventanillas, sin embargo, no respondieron con la misma cortesía y a hora y media de que el balón comenzar a rodar, se mantenían cerradas.

 

El estacionamiento también registró una gran entrada, pues antes de las siete de la noche ya eran pocos los lugares disponibles y los acomodadores se daban “vuelo” buscándoles un sitio, en espera de una generosa propina.

 

Adentro, la tribuna poco a poco empezaba a sentir el calor de la gente, que, presurosa, buscaba el mejor sitio para observar este partido, que puede definir muchas cosas en el futuro inmediato del “Tricolor” y su camino a suelo brasileño.