El año que viene, por donde se le mire, luce complicado. Quizá el término que mejor describe lo que un sinfín de analistas políticos y económicos ha pronosticado para 2012, sea INCERTIDUMBRE.

 

No he escuchado o leído ningún comentario de los expertos atreviéndose a asegurar el rumbo que tomarán las elecciones presidenciales de julio próximo, cuál será el derrotero inmediato de las economías europeas, qué grado de éxito de sobrevivencia tendrá el euro en los meses por venir, qué dirección tomarán las bolsas de valores del mundo, qué pasará con el futuro electoral del presidente Obama en las presidenciales de noviembre próximo, o cuáles serán las derivaciones de la ‘primavera árabe’ en Medio Oriente o el movimiento de los indignados en buena parte del mundo desarrollado.

 

Para todo lo anterior, y otros cuestionamientos más, simplemente no hay respuestas medianamente consensuadas por los expertos. Por eso la ruta a transitar durante 2012 está llena de sorpresas y de riesgos que no se pueden descartar de antemano en un entorno volátil como el actual.

 

Cinco son los riesgos (¿descabellados?) para 2012:

 

1. Una descomposición político-electoral en México producto de la desafortunada conjunción entre un clima de violencia generalizada por la guerra en contra del narcotráfico, una muy cerrada y enconada elección presidencial y un gobierno con instituciones públicas frágiles y con flancos de enfrentamientos con poderes fácticos. Estos factores son ‘caldo de cultivo’ para la ocurrencia de eventos negativos, sorpresivos y de gran magnitud.

 

2. El colapso en la zona euro ante la incapacidad política para acordar medidas fiscales y monetarias definitivas en los países miembros agravada por la conflictividad política derivada de las elecciones en Francia, Estados Unidos y Rusia.

 

3. La caída en los precios petroleros que disminuye sensiblemente los frágiles ingresos fiscales en México, ante una menor demanda global por la anunciada recesión en la mayoría de los países de la zona euro, la caída en la actividad económica de China, el aún bajo crecimiento en Estados Unidos y la reducción en el nivel de crecimiento esperado para los países emergentes.

 

4. La alta conflictividad en Medio Oriente azuzada por las tensiones entre los gobiernos de Israel e Irán que han mantenido tercamente sus posiciones y que desatarían un nuevo conflicto con repercusiones importantes sobre la ya maltrecha estabilidad financiera y política globales. Además, Medio Oriente es un polvorín social después de los movimientos no conclusos en países como Siria, Libia o Egipto, entre otros.

 

5. Agravamiento en el alza global de precios en alimentos por la creciente especulación financiera instalada ahora en las materias primas, el cambio climático y la demanda mundial derivada de los grandes países emergentes. Uno de los efectos sociales y políticos de esta crisis iniciada en 2007 será el fortalecimiento de los movimientos de indignados en todo el mundo.

 

Estos riesgos son indeseables y quizá algunos de ellos descabellados, pero en un año plagado de incertidumbres como 2012 todo puede ocurrir.

 

 

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